Domingo de Pascua de Resurrección


Pregón

Esta noche es la fiesta de la luz.
Lo dice nuestro templo iluminado y florido.
Lo proclaman vuestras velas encendidas.
Esta luz ha emergido de este hermoso cirio,
que representa a Cristo resucitado.
Ha surgido en medio de la noche:
en nuestra oscura y menguada existencia,
anidada por el hambre, la injusticia, la marginación, el desamor…
Este cirio es Jesús de Nazaret, venido para que tengamos vida en abundancia:
que ilumina a Dios como padre-madre de todos por igual,
que a todos nos identifica como hermanos,
que entiende la vida como reino de justicia, amor y verdad,
que dedica su vida a curar a los enfermos,
que abraza a los que nadie quiere,
que pone lo que tiene a disposición de todos,
que trata con dureza a los dirigentes religiosos:
porque utilizan a Dios para su propio encumbramiento,
porque no han conocido al Dios que es justicia, amor y verdad,
porque oprimen al pueblo con cargas innecesarias,
porque son hipócritas al exigir lo que ellos no hacen.
Lo condenan por blasfemo: se ha reconocido Hijo de Dios, enviado suyo.
Lo ejecutan como a un revoltoso político en un patíbulo inhumano.
Acudió a Dios, pero Dios parecía no escucharle:
las fuerzas de la historia, basadas en el egoísmo, imponen su lógica,
los dirigentes no quieren problemas,
los estómagos agradecidos siguen sus intereses,
el amor gratuito, la justicia verdadera, la libertad responsable…
se quedan en palabras hermosas, en sueños imposibles.
Pero, en medio de esta noche que parece no tener fin,
estalla una luz singular: ¡Jesús ha resucitado!
“Ya no muere” porque no “vuelve” a esta vida,
sino que “entra en su gloria”.
El condenado por blasfemo tiene razón.
Aquel a quien los poderosos aplastaron está vivo y lleno de gloria.
A pesar de la fuerza del dinero y del poder, se puede ser libre;
podemos entregarnos a la justicia, al amor y a la verdad,
podemos confiar en Dios y vivir en la seguridad de su amor de padre,
pese a su silencio, a su “abandono”,
a su respeto por los mecanismos de la naturaleza y de la historia…
“Ahora, nos dice Benedicto XVI,
Dios revela su rostro precisamente en la figura del que sufre
y comparte la condición del hombre abandonado por Dios, tomándola consigo.
Este inocente que sufre se ha convertido en esperanza-certeza:
Dios existe,
y Dios sabe crear la justicia de un modo que nosotros no somos capaces de concebir
y que, sin embargo, podemos intuir en la fe.
Sí, existe la resurrección de la carne”.

Homilía

En la tarde del Jueves, junto al pan y al vino, recordamos a Jesús y trajimos nuestras banderas rotas. Nuestros sueños imposibles, nuestras ilusiones truncadas, nuestros errores personales y colectivos, nuestros horrores vergonzosos, todo lo que no fuimos capaces de hacer bien, y también lo que destrozamos con mala voluntad. En el lavatorio las reconocimos y también las asumimos, en actitud de servicio: la infancia explotada, los parados, las mujeres violentadas, los inmigrantes y extranjeros, los drogodependientes, los presidiarios, los pueblos expoliados, las víctimas del terrorismo, las personas discriminadas y relegadas dentro de la Iglesia, las personas sin techo, los excluidos y excluidas de la sociedad, los judas de ahora y de siempre.
Ayer, viernes, esas banderas hechas jirones se nos convirtieron en las cruces que junto a la Cruz nos hablan del silencio de Dios, que calla porque somos los seres humanos quienes tenemos la palabra, y también la responsabilidad. Y las levantamos a todas bien en alto, izándolas como estandartes de nuestro compromiso cristiano.
Esta noche, la cruz vacía que preside nuestra celebración pascual nos anuncia que quien estuvo en ella clavado ahora está vivo, que la muerte no pudo retenerlo en el sepulcro, que el Abba exige para él la vida. Y ese Jesús resucitado nos mira a nosotros y nos cita en Galilea, allá donde todas nuestras cruces, nuestras banderas rotas, se han de convertir en sepulcros vacíos incapaces de retener la vida que de ninguna manera puede ser matada por la muerte y nuestro pecado.
Jesús ha resucitado: resucitemos nosotros mismos y seamos resucitadores de nuestras hermanas y hermanos. Así proclamaremos que ha estallado la Vida, y nuestro Viva a la Vida será nuestra alabanza y nuestro Gloria al Abba, que no ha dejado nunca de querernos hasta desfondarse por nosotros.
Hermanas y hermanos: Feliz Pascua Florida, Feliz Pascua de la Resurrección del Señor.

Música Sí/No