Domingo 3º de Pascua


La palabra "testigos" aparece dos veces en las lecturas que acabamos de escuchar, y está indicando que se trata de algo importante.

Aparece en primer lugar en boca de los apóstoles, en una de las primeras actuaciones públicas, y se refiere a sí mismos que se presentan como avales de que Jesús ha resucitado. Ellos, no sólo lo saben, han sido espectadores, y por lo tanto pueden dar fe.

En el evangelio vuelve a aparecer la palabra testigos, esta vez en boca de Jesús y referida a sus discípulos: les están dando el encargo de dar a conocer todo cuanto han vivido y han compartido junto a él.

Dos significados diferentes pero muy unidos del ser testigos, que los cristianos no debemos olvidar nunca.

Y hoy añadimos entre todos otro significado de la palabra testigo: el Bautismo adentra al bautizado en la intimidad con Jesús, en su muerte y en su resurrección, para testificar la nueva vida que se le da.

Irene y Carolina a partir de ahora, y todos los demás desde hace más tiempo recibimos el abrazo de Dios, que nos reconoce como sus hijos más queridos y que nos capacita para ejercer de tales ante todo el mundo.

Superemos los miedos, cualquier miedo, porque es tiempo de resucitar, de dejar que la vida del Resucitado no tome y nos arrastre, para que ante Dios y ante los demás vivamos intensamente vivos.

Domingo 2º de Pascua



A Tomás le debemos la expresión de fe más sincera y profunda que hayamos conocido: “Señor mío y Dios mío”. Claro que para llegar a aquel momento, tuvo que hacer su propio discernimiento.

Quienes nos hemos mantenido siempre dentro del ámbito de la Iglesia, bien desde una parroquia, bien desde cualquier otro grupo apostólico, creemos aceptando lo que está contenido en el Credo, en el Catecismo, en la enseñanza del Magisterio. Basta escuchar y aprender, y ya tenemos fe, y por lo tanto nos consideramos cristianos. El Bautismo recibido en la niñez nos ha vacunado para siempre contra la duda y la deserción.

Cuando alguien osa discrepar, poner en duda o negar algo, lejos de servir para que la comunidad se pregunte y se revise, pasa a convertirse en el Tomás de turno, cabezota, incrédulo, irreverente y desconsiderado, que exige pruebas y razones, sin tener en cuenta ni venerables tradiciones, ni ejemplares testimonios, ni aleccionadoras enseñanzas, ni piadosas costumbres.

¡De quién lo habrá aprendido! ¡De la familia ni hablar! Y buscamos la causa fuera, en las malas compañías, en las lecturas poco recomendables o en las influencias mundanas.

A Tomás no le bastan las palabras. Necesita mucho más. No puede creer si no se siente tocado en las entrañas. Lo que quepa en su cabeza, tanto lo enseñado como lo aprendido, le deja frío. Repetir fórmulas y expresiones no le saca de la duda, no le lleva a profesar su fe, sólo a aparentar tener la fe del carbonero, dicho con todo respeto a las personas que trabajan el carbón.

Tomás nos ayuda a estar inquietos, y no parar ni descansar hasta encontrar a Jesús. Sólo ante él es posible caer de rodillas y con humildad balbucear tímida y humildemente “creo, pero aumenta mi fe”.

La bienaventuranza que Jesús dirige a Tomás no la debemos malentender: “Dichosos los que creen sin haber visto” no va por quienes se limitan a repetir sin convencimiento, ni justifica una evangelización y adoctrinamiento desencarnado al grito de ¡hay que obedecer!, ¡tenéis que someteros!, porque Dios lo quiere.

No es esa la voluntad divina. Dios se nos acerca para satisfacer nuestras dudas igual que Jesús lo hace con Tomás: trae tu mano, trae tu dedo. No, Jesús no riñe al incrédulo; al contrario, le anima a comprobar, a dar el paso, a adentrarse en el misterio de su amor ofrecido sin reservas, a superar las dudas por más que las dudas nunca lleguen a desaparecer. Sólo una fe como la que expresa Tomás al encontrarse con Jesús puede hacernos vivir como comunidad de discípulos al estilo de los primeros cristianos, que «pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenían». Convencidos de que Jesús estaba resucitado, se sentían mirados por Dios con agrado, de modo que «ninguno pasaba necesidad, pues los que poseían tierras o casas las vendían, traían el dinero y lo ponían a disposición de los apóstoles; luego se distribuía según lo que necesitaba cada uno».

Jueves Santo

 
Aquella cena fue más de gestos que de palabras, más de miradas y sentimientos que de platos rituales; a pesar de que nosotros conservamos como un tesoro las palabras de Jesús sobre aquel pan y aquella copa, que él refirió a su vida entregada como pan partido y repartido, como sangre derramada para la vida de muchos, Él en realidad quiso que se nos quedara bien grabado que desde entonces el auténtico sagrario donde encontrarle y ante el cual venerarle en verdad es el ser humano a quien debemos todo nuestro amor.
Quien no vino a mandar, sino a servir; el Dios que se humanó en nuestra carne, se arrodilló ante sus discípulos en un gesto cargado de simbolismo, pero tan real que los dejó mudos, y a Pedro escandalizado.
Así indicó que el camino de nuestra salvación tiene que pasar necesariamente por la salud de todos, para lo cual no podemos atesorarla acaparándola, sino hacerla extensiva, de manera que los primeros en nuestro reconocimiento sean las personas que más sufren, que menos importan, que nada aparentan.
Dejemos pues las palabras, acojámonos a los gestos, y que ellos nos ayuden a traducir el mensaje de Jesús en hechos de vida concretos y liberadores.
Os invito a ponernos de rodillas y orar:

1.- Arrodillémonos ante LOS NIÑOS DEL MUNDO y recemos por ellos.
Por los millones de niños que sufren violencia y explotación.
Por los millones de niños que sufren enfermedad y hambre.
Por los millones de niños que sufren muerte premeditada.
- Para que obtengan el derecho a la vida, a una familia y la esperanza de un futuro mejor. Roguemos al Señor…

2.- Arrodillémonos ante LOS JÓVENES DEL MUNDO y recemos por ellos.
Por todos los que van quedando marginados a causa del fracaso escolar.
Por los que tras años de esfuerzo y superación tienen serias dificultades para acceder a su primer puesto de trabajo.
Por tantos jóvenes desencantados que escogen el camino falso del alcohol y de la droga.
Por los que no se deciden a adquirir compromisos definitivos de cara al amor, a la fe y a la comunidad.
- Para que tengan las fuerzas necesarias para vivir con ilusión y esperanza. Roguemos al Señor…

3.- Arrodillémonos ante LOS ANCIANOS y recemos por ellos.
Por tantas mujeres y hombres que han acumulado una experiencia amplia y profunda en la vida.
- Para que llenemos su vida de ternura, cariño y consideración y, sepamos empaparnos de su experiencia. Roguemos al Señor…

4.- Arrodillémonos ante LAS MUJERES y recemos por ellas.
En especial por las del Tercer Mundo, con sus manos atareadas sobre la tierra y la espalda cargada de hijos, acostumbradas a multiplicar lo que no tienen.
Por las mujeres que con su modo de luchar, de amar, de vivir y en ocasiones de morir, han ido trazando un camino hermoso de relaciones humanas. Roguemos al Señor…

5.- Arrodillémonos ante LOS INMIGRANTES y las mayorías económicamente débiles. Recemos por ellos.
Para que nuestro corazón se abra a ellos y, aceptando sus diferencias, acojamos la inmensa riqueza que nos aportan con sus formas de ser y de vivir. Que veamos con claridad, en ellos la imagen de que Tú eres el Padre de todos. Roguemos al Señor…

6. Arrodillados, oremos POR NOSOTROS MISMOS.
Para que seamos capaces de saludarnos mutuamente en la paz; y vivamos siempre unidos por la comprensión, la tolerancia y el perdón.
Oremos por las naciones y los pueblos, en guerra o enfrentados por intereses económicos y comerciales, para que recobren la tranquilidad, la libertad, la justicia y la paz. Roguemos al Señor…

Música Sí/No