Domingo después de la Natividad. La Sagrada Familia


Nacer en tiempo de Jesús no tenía alternativa. Por eso tuvo un papá y una mamá. Así era entonces la familia humana. Pero no siempre así, ni antes ni después. Dejemos a los antropólogos que investiguen el pasado y proyecten, si les parece, el futuro.
Lo importante es que las únicas palabras que tenemos de Jesús en este pasaje evangélico son las referidas al Padre y sus cosas: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?».
Lo primero es la voluntad de Dios. Igual ocurre con María, «hágase en mí según tu palabra», y con José, «hizo lo que le había mandado el ángel del Señor».
Dócil a esa voluntad, Jesús vuelve para estar sujeto a María y José, hasta que llegue el momento de tener iniciativa propia.
Jesús, María y José, la familia de Nazaret, forman un trío evangélico muy particular; y Dios ocupa en ella un espacio importante; son una referencia ineludible para quienes hemos decidido ser cristianos. Por eso empleamos este título tan completo: la sagrada familia.
Dios con nosotros, la Palabra que habitó entre nosotros, Dios encarnado, sólo está a nuestro alcance si lo vemos como uno más, dentro de las circunstancias que podemos comprender porque son las que vivimos. De otra manera lo veríamos como a un extraño.
No lo convirtamos ahora en algo incomprensible, porque nuestras circunstancias hayan cambiado y no sean exactamente las mismas que lo fueron hace más de dos mil años.
Importa que nos fijemos en lo que es nuclear y permanece: estuvieron en la presencia de Dios, Dios ocupó el centro de sus vidas, y en todo momento fue su preocupación y ocupación obedecer la voluntad de Dios.
Por eso la sagrada familia es modelo de las familias cristianas; por eso tanto Jesús, como María y José, son los referentes a quienes imitar para cualquier persona bautizada.
Aprendamos de ellos, con humildad, con exigencia, con alegría. Y no nos torturemos si no damos la talla. El silencio muchas veces vale más que todas las palabras que podamos articular.
Como María, conservemos todo ello en el corazón, que es de donde sale lo auténticamente importante.
Y crezcamos, como Jesús, también en sabiduría delante de Dios y de los hombres.

Domingo 32º del Tiempo Ordinario


¡Cuántas veces hemos intentado responder a esta pregunta: en qué consiste ser cristiano, discípulo de Cristo! Y ¡cuántas respuestas hemos desechado por inservibles! Y no porque fueran erróneas, precisamente. Tiene que haber una que se comprenda fácilmente y esté al alcance de cualquiera.
Si no me equivoco mucho, hoy nos da esa respuesta sencilla y a nuestra medida la Palabra de Dios a través de las tres lecturas que acabamos de escuchar.
La viuda que vacía su despensa para dar de comer al forastero, exponiéndose ella y su hijo al hambre y a la muerte, y la viuda del evangelio que deposita las únicas moneditas que posee en el cepillo del templo, son una clara y expresa referencia al mismo Jesús, que las pone como ejemplo.
Porque Jesús, no nos salva dando cosas o realizando acciones llamativas. Nos redime dándose a sí mismo, una vez y para siempre. San Pablo emplea una palabra que hemos escuchado muchas veces, pero que no terminamos de comprender: Jesús se anonadó, se hizo nada, se vació del todo por nosotros.
De modo que ahí tenemos la respuesta: seguir a Jesús no consiste en dar cosas, aunque sea dinero. Es cristiana la persona que trata de vivir según el estilo de Jesús, que gastó su vida, dándose del todo.
Tenemos un gesto muy significativo para expresar que una persona es egoísta e incapaz de dar: el puño cerrado. Si esto lo entendemos todos, también comprenderemos qué significa una mano abierta.
Tenemos que ser personas con las manos abiertas para dar, pero para muchas cosas más: saludar, compartir, dialogar, confiar. Disponibles también para recibir y acoger, para ayudar y construir, para comprometernos y para romper barreras, para acercar y para abrazar.
Y esto porque lo hizo el mismo Dios, y así tenemos un ejemplo que seguir. Pero además, porque vivir así, con ese estilo, de ese modo, es un camino seguro para sentirnos felices, satisfechos de nosotros mismos y no de cuánto tenemos o podemos, confiados de sabernos hermanos y no adversarios.
Manos abiertas, y no puños cerrados, es la única manera de vivir en cristiano.

Domingo 28º del Tiempo Ordinario


Tomando al joven del evangelio, que se acerca a Jesús para solicitarle consejo, como referencia del proceso que a toda persona bautizada en la infancia puede sucederla en algún momento de su vida, las tres lecturas de hoy señalan tres etapas significativas.
1ª Quien descubre y alcanza la verdad, reconoce que es la verdad quien le alcanza a él, y que nada se le puede comparar. Es Dios mismo el que nos busca e interpela. ¡Qué importante es estar alerta!
2ª La Palabra de Dios no es una droga angelical que adormece suavemente las conciencias, sino una espada de dos filos que inquieta la cómoda seguridad de nuestras conciencias. Es bien importante reconocer qué pretendemos sacar de nuestro encuentro con Jesús.
3ª La respuesta de Jesús a nuestra solicitud viene dada en una progresión bien clara desde una lógica nueva. Lo primero es no vivir agarrado a las posesiones: «vende lo que tienes». Lo segundo, ayudar a los pobres: «dales tu dinero». Por último, «ven y sígueme».
La pregunta por la salvación eterna a Jesús parece no interesarle. Es su mirada la que salva, el cariño que nos tiene y su deseo de que seamos felices. Al joven le ofreció, igual que a nosotros, un proyecto de vida ilusionante. La renuncia que propone, lejos de ser carencia y sufrimiento, es libertad y alegría; ese desprendimiento no lleva al fracaso, sino a la plena autonomía. Evangélicamente hablando el dinero atesorado es el mayor déspota; hace súbditos y esclavos a quienes no se liberan de su dominio.

Domingo 27º del Tiempo Ordinario


Convocado por papa Francisco, hoy comienza en Roma la XIV Asamblea General Ordinaria del sínodo de los obispos, sobre el tema “La vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo”. El año pasado tuvo lugar una primera sesión en la III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos que versó sobre “Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización”. De modo que las preguntas que se abordaron en 2014 y que durante casi un año han servido de reflexión a todo el pueblo cristiano, tal vez encuentren respuesta durante este mes. Ojala sea así.
Si es o no coincidencia, las lecturas de la liturgia de hoy, domingo 27 del Tiempo Ordinario, recuerdan las bases bíblicas sobre las que se asienta la doctrina católica sobre el matrimonio y la familia, que la Iglesia ha ido ajustando y completando con las aportaciones de la tradición y el magisterio a lo largo de su historia. Fiel a sus raíces, sin embargo tal vez sea momento de replantear algunas cosas en atención a las necesidades y esperanzas de quienes vivimos en la época actual. Sacando del evangelio de Jesús aspectos que aún estén ocultos o poco atendidos, se impone mirar y actuar siempre, como dice Francisco el papa, con misericordia, sin descuidar la verdad.
Debemos orar para que los padres sinodales acierten en sus trabajos y los frutos del sínodo sean los más y mejores posibles.
Atendiendo a las lecturas de hoy, la primera nos hace caer en la cuenta de que seamos hombres y mujeres no se debe a una casualidad biológica, sino a la expresa voluntad de Dios de que no estemos solos y de que crezcamos en una rica pluralidad.
Porque, como expresa la segunda de la carta de los Hebreos, todo lo que ha hecho Dios por nosotros tiene como meta nuestra felicidad. El dolor y el sufrimiento, incluso del mismo Jesucristo, sólo son un camino hacia la resurrección y la salvación plena.
El evangelio nos recuerda, con palabras de Jesús, cual es el sueño de Dios sobre los seres humanos. Es un mensaje salvador, porque es liberador. De modo que si entendemos que en ese designio primigenio de Dios sobre nuestra naturaleza hay violencia y opresión debiéramos preguntarnos cómo escuchamos su Palabra.
Es muy posible que quienes nos cuidan desde su responsabilidad de pastores y quienes formamos el rebaño como simples ovejas estemos aún distantes de alcanzar el punto, el lugar donde coinciden el querer misericordioso de un Dios que es Padre y nuestra libertad y ansias de plenitud.
Como decía al principio, oremos para que este sínodo afirme nuestra fe cristiana y oriente a todos en el camino que estamos recorriendo con la ayuda del Espíritu.

Domingo 26º del Tiempo Ordinario


Hay todavía dentro de la Iglesia, y también fuera de ella, muchas personas que opinan que los creyentes en Jesús de Nazaret, el Cristo, debiéramos encerrarnos en las sacristías, y dejar los asuntos sociales, los que afectan a la totalidad de la población en manos de los entendidos. Hacer política. Este papa habla demasiado, sobreactúa incluso, parecen estar diciendo, ante sus gestos y sus discursos en público y frente a autoridades políticas y económicas.
Ante la estrechez de miras del comportamiento humano, el Espíritu de Dios actúa con una libertad y universalidad soberanas. Viene a decir la primera lectura de esta liturgia, domingo 26º del Tiempo Ordinario.
Por su parte, la Carta de Santiago que estamos leyendo en estos últimos domingos como segundo texto bíblico, afirma que el evangelio no es en absoluto un sermón neutral que consienta morales individuales caprichosas. El evangelio es una denuncia clara y rotunda de las desigualdades económicas y sociales, y no permite tener la conciencia tranquila ante la injusticia.
Finalmente, la lectura evangélica continúa con la enseñanza de Jesús a sus seguidores: hoy les advierte ante los exclusivismos y el escándalo de los sencillos.
Si de verdad creemos en la Buena Noticia que nos trajo Jesús de parte de Dios Padre con el fuego del Espíritu, de ninguna manera podemos retenerla y guardarla para nuestro uso y disfrute personal; requiere que la saquemos a la calle, en medio de la ciudad, y ahí la mostremos y nos mostremos a nosotros mismos como buena noticia para nuestra familia, para nuestros vecinos, para nuestros amigos, para todas las personas que hoy, o mañana, o cualquier día, se encuentren con nosotros. Incluso las estructuras políticas, económicas y sociales deben ser objeto de nuestra atención, preocupación y ocupación.

Domingo 25º del Tiempo Ordinario


La primera lectura de hoy, del libro de la Sabiduría, casi parece extraída del acerbo popular, de donde salen tantos proverbios y refranes: Si nuestro mundo estuviera habitado por personas buenas-buenas y malas-malas, las malas querrían poner a Dios en el trance de tener que dar la cara por las buenas. De la otra parte, la persona que está llamada a ser justa sólo debe preocuparse de llevar una vida honrada y confiar en Dios.
Santiago, en la segunda lectura, no nos dice nada que no sepamos ya, pero lo dice con mucha claridad: el mal que existe en nuestro mundo no se debe a unos extraterrestres conocidos como demonios, sino a nuestra corrupción personal, social y política.
Finalmente, el evangelio continúa presentando a Jesús que enseña a sus discípulos las exigencias del Reino. Mientras, ellos discuten por los primeros puestos.
La radicalidad y contundencia con que Jesús habla de sí mismo en su enfrentamiento con el modo de pensar y los valores dominantes de este mundo las concreta en dos actitudes que sus seguidores han de atender y asumir:
«Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y servidor de todos». El discípulo de Jesús ha de renunciar a ambiciones, rangos, honores y vanidades. En su grupo nadie ha de pretender estar sobre los demás. Al contrario, ha de ocupar el último lugar, ponerse al nivel de quienes no tienen poder ni ostentan rango alguno. Y, desde ahí, ser como Jesús: «servidor de todos».
Y, la segunda: «El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí». Quien acoge a un «pequeño» está acogiendo al más «grande», a Jesús. Y quien acoge a Jesús está acogiendo al Padre que lo ha enviado.
Una Iglesia que acoge a los pequeños e indefensos está enseñando a acoger a Dios. Una Iglesia que mira hacia los grandes y se asocia con los poderosos de la tierra está pervirtiendo la Buena Noticia de Dios anunciada por Jesús.

Domingo 24º del Tiempo Ordinario


Jesús dirige a sus discípulos una pregunta que también llega a nosotros: ¿Quién decís que soy yo?
Tanto el libro de Isaías, en la primera lectura, como luego la carta de Santiago, nos ofrecen ayuda para responder. Pero es Jesús, en el evangelio, quien al corregir a Pedro nos da la clave única que debemos tener en cuenta: «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará».
La Iglesia tiene un hermoso y completo tesoro doctrinal que se ha ido enriqueciendo a lo largo de los siglos, enraizado, como no podía ser de otro modo, en el Evangelio de Jesús. Pertenece a ese depósito de la fe una muy ajustada doctrinal social que hila fino fino en todo lo que se refiere a la convivencia de los pueblos y las personas, y sus circunstancias políticas, económicas, laborales y sociales. Pero es la gran desconocida, a pesar de que no me cabe duda de que es precisamente gente de Iglesia la que va a la delantera en el trabajo social y liberador en todo el mundo.
No nos confundamos. Predicar a Jesucristo no consiste en hacer que todo el mundo acate y se someta al poder de la Iglesia, de manera que las leyes civiles tengan que ajustarse a las religiosas. Anunciar a Jesús es buscarle en las personas concretas y reconocerle en los rostros de los seres humanos, de todos; pero especialmente en aquellos con los que él mismo se identificó: hambrientos, sedientos, forasteros, desnudos, enfermos, encarcelados. Llevar el Evangelio a estas personas es acogerlas, atenderlas, liberarlas. Tratarlas con la misericordia de Dios misericordioso.

Domingo 22º del Tiempo Ordinario


No debiéramos cansarnos de considerar y entender que la fe cristiana ha llegado hasta nosotros en forma de relato. Es decir, como experiencia vivida por generaciones pasadas en los hechos concretos de su historia, de un Dios que, sin forzar la realidad, está en ella.
Por tanto, mucho más que la letra en que nos llega, importa el espíritu que la inspira y anima. Mirar a lo de atrás para repetirlo es traicionar el mensaje, que se actualiza constantemente al servicio de la vida.
Eso es lo que echa en cara Jesús a los que se dicen cumplidores porque atienden a los ritos y observan al pie de la letra las tradiciones: Están olvidando el mandamiento de Dios, que no quiere que le honren con los labios sino con el corazón.
Nuestra responsabilidad como discípulos de Jesús y miembros de la Iglesia no es repetir el pasado, sino hacer posible en nuestros días la acogida de Jesucristo, sin ocultarlo ni oscurecerlo con tradiciones humanas, por muy venerables y arraigadas que puedan parecer.
La Carta de Santiago nos orienta adecuadamente para cumplir las palabras de Jesús: «La religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre es ésta: visitar huérfanos y viudas en sus tribulaciones y no mancharse las manos con este mundo».
Vivir así es estar en permanente conversión a nuestro único Maestro y Señor, Jesucristo, desde unas comunidades cristianas fieles al Evangelio y adaptándolo al proyecto del reino de Dios en la sociedad contemporánea.

Domingo 21º del Tiempo Ordinario


Nuestra existencia como personas creyentes adquiere la plenitud de sentido cuando, ante la invitación de Dios a entrar en relación con nosotros, respondemos afirmativamente. El Pueblo de Israel tuvo que decidirse ante Dios, y lo hizo apoyándose en su propia experiencia. Alianza es la palabra que da la Sagrada Escritura a esta estrecha colaboración de Dios con su pueblo. Porque Dios y el ser humano se tratan de tú a tú, pactando casi como iguales.
Esa alianza de Dios con los seres humanos ordena también la forma en que han de convivir. San Pablo extrae consecuencias aplicables a la vida familiar. Y os pido que no entresaquéis frases o palabras de un texto que es amplio y profundo y dice mucho más en conjunto que por partes separadas.
La alianza con Dios no siempre es fácil como vemos en el evangelio de hoy, que concluye el discurso eucarístico de los últimos domingos.
Jesús percibe que sus palabras perturban a sus discípulos, que empiezan a dudar y a pensar que no es tan cómodo seguirlo. Que sería más llevadero dejarlo y tomar otro camino.
En este momento de la historia puede parecer que el Evangelio es agua pasada, y la fe y el compromiso por el Reino de Dios, anacrónica y vacía de sentido. Muchas personas, algunas muy cercanas, parece que no les interesa nuestra fe, han dejado de acompañarnos…
La pregunta de Jesús, -«¿Esto os hace vacilar?, ¿también vosotros queréis marcharos?»-, no pretende herirnos sino hacer más firme y consciente nuestra fe.
Pedro dará la respuesta creyente: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios».

Domingo 20º del Tiempo Ordinario


Continúa Jesús con su discurso sobre el pan de vida que venimos escuchando desde domingos anteriores.
Podemos escucharlo rutinariamente, y después ponernos a la fila, como de costumbre, para comulgarle una vez más, sin que se produzca en nosotros ningún cambio significativo.
Si fuera una decisión tomada con verdadera hambre de Jesús, buscando desde lo más profundo encontrarnos con Él, ansiando abrirnos a su Espíritu para que marque y potencie lo más noble y bueno que hay en nosotros, y luego dejarnos llevar dócilmente, interiorizaríamos sus actitudes más básicas y esenciales; encenderíamos en nosotros el instinto de vivir como él; despertaríamos nuestra conciencia de discípulos y seguidores para hacer de él el centro de nuestra vida. Sin cristianos que se alimenten de Jesús, la Iglesia languidece sin remedio.
El texto evangélico es rotundo, casi agresivo: «Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él».
Ser como Jesús, vivir como Jesús, dar la vida como Jesús.

Domingo 19º del Tiempo Ordinario


En nuestra relación con Dios siempre estaremos tentados de inventarnos una vía espiritualista, en contraposición con la que consideramos simplemente material. El creador que nos ofrece mesa y alimento es el mismo que quiere entrar en intimidad con todos los seres creados desde las coordenadas en las que nos encontramos, nos movemos y manejamos. Aunque nos parezca un imposible, Dios es nuestro vecino, vive justo al lado y nos habla de cosas tan elementales como pan, hambre, mesa, solidaridad, y vida en plenitud, que no es la vida que tengamos tras la muerte sino acoger e imitar su humanización, aquí y ahora. Por eso son tan importantes los sentidos, porque necesitamos ver, oír, tocar, comer. La carne de Jesús, vida para el mundo, nos tiene que forzar a no despreciar la carne de nuestros hermanos. No existe otro camino para acercarnos a Dios sino el que él mismo ha seguido para acercarse a nosotros.

Domingo 18º del Tiempo Ordinario


Los judíos en el desierto confundieron a Dios, que les liberó de la esclavitud de Egipto, con un repartidor de alimento. Y confundieron a Jesús con el pan con que sació su hambre en medio del campo. Pero ni Dios ni él son pan de esa manera
Muchos buscaban a Jesús simplemente porque daba de comer, y, ciertamente, eso lo hacía siempre que podía, siempre que encontraba a personas con hambre y tenía algún pan a su alcance. Pero él sabía que el ser humano no vive sólo de pan, sino (y sobre todo) de palabra. Vino a dar palabra antes que pan (porque el pan vendrá por añadidura, si tenemos de verdad palabra, y dialogamos y sabemos compartir unos con los otros).
En un determinado momento, a las personas hay que darlas de comer (y, sobre todo, no hay que robarlas, quitándolas lo suyo e impidiéndolas que coman). Pero, al mismo tiempo, sabiendo que hay dar de comer (¡y dando de hecho, si es que hay hambre!) hay que ofrecer palabra, es decir, libertad y autonomía creadora, para que puedan así buscar el pan y aprendan a compartirlo (en un mundo donde mi libertad no consiste en tener yo todo lo que pueda a costa de los otros).
El tema es ¿quién y cómo puede alimentar de esa manera? Según el evangelio, la verdadera alimentación se logra sólo a través de la palabra y la justicia, allí donde los hombres y mujeres se hacen pan (como Jesús), dándose a sí mismos y viviendo de tal forma que los demás puedan acceder a la palabra y compartir también la comida. Pan de vida eterna no se refiere a la vida después de la muerte, sino a una vida nueva y distinta, que nos cambia aquí y ahora y cambia el mundo.

Domingo 17º del Tiempo Ordinario


Jesús ve a la multitud hambrienta que le sigue y siente compasión de ellos. Los pobres buscan a Jesús, porque ven en Él a un ser excepcional, pero sobre todo poorque tienen hambre y están necesitados. Jesús ve la situación y les plantea el problema a sus discípulos: «¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?».
Estaban desbordados como lo estaríamos nosotros si nos pusiéramos a pensar sobre nuestra actitud y responsabilidad.
La palabra de Dios nos ofrece pistas para la reflexión: Dios ofrece bienes suficientes para que todos comamos –vivamos– y hasta sobre; somos nosotros quienes acumulamos y provocamos escasez, privando a otros de lo necesario.
El pecado también afecta a la comunidad cristiana. Entre los cristianos hay desunión e insolidaridad. San Pablo apela a la comunión de los que creemos en Jesús.
Jesús calma el hambre de la multitud con cinco panes y dos peces que se consiguen gratis y generosamente, como signo de la abundancia de bienes del Reinado de Dios.
Los discípulos tendrán que aprender a poner a disposición de los hambrientos lo que tengan, aunque sólo sea «cinco panes de cebada y un par de peces».

Domingo 16º del Tiempo Ordinario


La Palabra de Dios sorprende hoy con una dura condena de los que manejan al pueblo a su antojo. Jeremías, el profeta, no se queda en la queja, sino que promete gobernantes y responsables diligentes que devuelvan al pueblo el bienestar, la libertad, la justicia y la paz.
San Pablo, en su escrito más ecuménico, proclama que Jesús ha roto las barreras que separaban a los seres humanos. Su muerte y resurrección ha originado el nacimiento del hombre nuevo.
La multitud persigue a Jesús, porque está como un rebaño sin pastor. En torno a él, lejos de sus casas y de sus ciudades, encuentran la calma y el reposo y pueden escuchar la palabra de Dios.
Está bastante extendido el sentimiento que tenemos de que en la Iglesia seguimos los mayores, en tanto que los jóvenes se desapegan de la fe. Un día tendremos que revisar ante Jesús, nuestro único Señor, cómo miramos y tratamos a esas muchedumbres que se nos están marchando poco a poco de la Iglesia, tal vez porque no escuchan entre nosotros su Evangelio y porque ya no les dicen nada nuestros discursos, comunicados y declaraciones.
Personas sencillas y buenas a las que estamos decepcionando porque no ven en nosotros la compasión de Jesús. Creyentes que no saben a quién acudir ni qué caminos seguir para encontrarse con un Dios más humano que el que perciben entre nosotros. Cristianos que se callan porque saben que su palabra no será tenida en cuenta por nadie importante en la Iglesia.
Un día el rostro de esta Iglesia cambiará. Aprenderá a actuar con más compasión; se olvidará de sus propios discursos y se pondrá a escuchar el sufrimiento de la gente. Jesús tiene fuerza para transformar nuestros corazones y renovar nuestras comunidades.

Domingo 15º del Tiempo Ordinario


Hoy, la liturgia nos recuerda que todos nosotros somos profetas y enviados de Dios. Como Amós, que fue agarrado por Dios cuando estaba cuidando el ganado y ocupándose de sus higos. Se ganaba la vida con su trabajo. Pero aquí no es cuestión de "ganarse la vida", sino de "arriesgarse" en obediencia al que le dijo: "Ve y profetiza"
Los galileos de Tiberíades podían haber seguido pescando, que era lo suyo, pero escucharon un día a Jesús. Y, en lugar de quedarse a repasar el programa de viaje, salieron… y resulta que luego… "ungían", "predicaban", "curaban"…
Ser profeta no es una profesión, ni un título nobiliario, ni tampoco un honor que se nos concede. Es el encargo que se nos da, y que todos los bautizados en Jesús tenemos, de estar presentes en medio del mundo como fermento de liberación, ser sal, ser luz. Así se explica San Pablo.

Domingo 14º del Tiempo Ordinario


Mejor que una reflexión posterior, ofrezco un apunte que nos sitúe ante este evangelio que vamos a escuchar.
Evangelio, literalmente significa “buena noticia”. En la liturgia Jesús es Evangelio que nos salva. Después asentiremos a la Palabra del Señor respondiendo ¡Gloria a ti, Señor, Jesús! ¿Nos dejaremos sorprender? ¿Aceptaremos el reto que nos plantee? ¿Escucharemos rutinariamente el evangelio? ¿Alimentará y robustecerá nuestra fe? ¿La consideraremos una simple palabra humana más, como tantas otras que escuchamos, que de sabida y repetida no merece ser tenida en cuenta?
Los vecinos nazarenos de Jesús no le reciben: ya le conocen, es uno más del pueblo…
Aún así, todos somos profetas de Dios. No podemos desanimarnos ni seguir en la rutina… Que allá donde estemos, «sabrán que hubo un profeta en medio de ellos».

Domingo 13º del Tiempo Ordinario


Nuestra fe se dirige al Dios de la vida, que ha creado todo para que el ser humano se sirva de ello y lo administre y cuide. Y nosotros disponemos de la creación y la hemos mejorado a lo largo de la historia. Sin embargo, como vimos el domingo pasado, no todo va bien, y en gran parte somos responsables de que se haya deteriorado, sobre todo en estos últimos años, no sólo nuestro planeta, también nuestra convivencia.
Dice en su encíclica “Lauto Si´” papa Francisco que van de la mano el desastre ecológico y el desajuste humano. Por eso él aboga por una ecología integral.
El evangelio de este domingo 13 nos invita a mirarlo todo desde el lugar de quienes más lo sufren y no disponen de capacidad ni oportunidad para hacer que sea de otra manera. Dos mujeres reclaman nuestra atención: una niña y una adulta tocadas por una herida oculta que las obliga a ser invisibles, como si no existieran, como si carecieran del derecho a la vida que el resto disfruta.
Vivimos encerrados en una estructura ajena a nuestra voluntad que nos fuerza a acomodarnos a lo que hay, lo que se estila, lo que otros maquinan y deciden. El lugar donde nacemos suele ser definitivo. De la suerte resulta que nos vaya bien, mal o regular.
Se puede salir del terrible círculo vicioso que eso significa, y no hace tanto en nuestro país se hablaba y creíamos en las oportunidades que a todo ser humano se le presentan.
Pero no siempre sucede así. ¡Cuántas personas no logran salir del pozo en el que están! Pensemos por un momento en ellas, y si podemos, pongámonos en su lugar: se nos cambiará la vida y hasta el humor.
Jesús es salvador. Lo es porque está al alcance de cualquiera. Basta tener fe en él. Esa confianza es suficiente. Lo sabemos porque lo experimentamos. Hagamos que otras personas también accedan a Jesús para que puedan tener, como nosotros, ocasión y oportunidad de romper esa estructura en la que domina el mal. Que a todos nos llegue la dicha de sabernos en paz y con salud.


Domingo 12º del Tiempo Ordinario


La liturgia de hoy, domingo 12º del Tiempo Ordinario permiten presentar la encíclica que papa Francisco acaba de publicar sobre el cuidado de la casa común, la tierra, con el nombre de “Laudato Si’”, “Alabado seas, mi Señor”, título tomado del canto de las criaturas de San Francisco de Asís.
Empiezo diciendo que es corta, se lee muy fácilmente y está al alcance de cualquiera.
Hace, en primer lugar, una descripción del panorama actual del planeta y de las gentes que lo habitamos. Describe, siguiendo lo que se observa a simple vista  y las últimas investigaciones científicas, el proceso de degradación a que estamos sometiendo a la naturaleza y a las personas, especialmente a las que viven en países más pobres y menos desarrollados.
Desde la fe cristiana desarrolla a partir de la Biblia el plan de Dios sobre la humanidad. Expone con claridad y sencillez el Evangelio de la creación.
Continúa estudiando con detalle la raíz humana de la crisis ecológica. No todo se debe al proceso natural de la evolución, sino que la mano del ser humano está incidiendo gravemente en el desastre ecológico del planeta. Estamos en crisis como personas, y eso también se manifiesta en cómo degradamos la naturaleza.
Se dirige a los organismos internacionales y a los gobiernos para instarles a un diálogo constructivo y animarles a revisar los intereses económicos y políticos por los que se conducen. Pero también a todos y a cada habitante de la Tierra nos recuerda que no todo vale y que gran parte de nuestros comportamientos, por insignificantes que sean, no dejan de tener sus consecuencias.
Habla de que es posible reconducir la situación a partir de los avances tecnológicos, de la política económica de los países y de nuestra propia conversión a lo que llama “ecología integral”. Es la conversión cristiana, el cambio de mente y de corazón del que habla tanto San Pablo, que nos acerca al Dios misericordioso en quien creemos, que pasa inevitablemente por el cuidado y atención a los hermanos, y que no puede dejar de tener en cuenta el medio natural en que vivimos.
Finalmente ofrece unas pautas entre las que hay que destacar:
-Apostar por otro estilo de vida
-Prestar atención a gestos cotidianos donde rompemos la lógica de la violencia, del aprovechamiento, del egoísmo
-Valorar la sobriedad en libertad y conciencia liberadora
-Hacer examen de conciencia, que para una persona cristiana deberá incluir este aspecto de nuestra vida, considerando no sólo cómo se vive la comunión con Dios, con los otros y con uno mismo, sino también con todas las creaturas y la naturaleza.
-Llama a la educación y la formación, que siguen siendo desafíos básicos: «todo cambio necesita motivaciones y un camino educativo». Deben involucrarse los ambientes educativos, ante todo «la escuela, la familia, los medios de comunicación, la catequesis», si queremos de verdad que nuestros hijos no nos echen en cara un día haberles traspasado una casa en ruinas, donde no pueden ya vivir.

Domingo del Corpus Christi


El relato evangélico de la última cena de Jesús según San Marcos es breve y conciso: Jesús toma el pan y el vino y con ellos y sobre ellos pronuncia las palabras que constituyen el momento central de nuestra Eucaristía:. Esto es mi cuerpo, tomad y comed. Esto es mi sangre, tomad y bebed. Pero dice algo más, y no es menos importante; lo deberíamos tener bien presente para que no faltaran en nuestras celebraciones.
Tiene un antes: Jesús encarga la preparación. No se trata de una comida más, a la que hay que asistir porque es la hora y toca. En principio iban a celebrar la cena de Pascua, y eso es lo que esperaban los discípulos.
Y tiene un después: tras la comida, todos salen hacia el Monte de los Olivos, porque la historia no termina, continúa avanzando.
Cuando la Iglesia nos invita a celebrar el Corpus, no sólo está diciendo que asistamos a misa. Antes nos hace caer en la cuenta no sólo de lo que traemos en las manos, sino también cómo y con quienes estamos viviendo, qué estamos haciendo, de dónde venimos y hacia dónde estamos dispuestos a dirigir nuestros pasos.
Y nos despide invocando sobre nosotros la bendición del Dios Trinidad para que continuemos la tarea, la misión recibida del Señor.
Añadir a la palabra latina «Corpus», fácilmente inteligible para cualquiera, la frase «Día de la Caridad», para denominar el día de hoy, puede resultar para algunas personas innecesario y sin embargo hoy como siempre nos coloca a todos ante la terrible pregunta: ¡Qué has hecho con tu hermano!
A estas alturas de la historia de la humanidad, todavía es posible contestar evasivamente ¿Quién es mi hermano? Porque es muy posible encogerse de hombros y concluir negando cualquier responsabilidad ¿soy yo acaso el guardián de mi hermano?
Por imposible que nos parezca, así vive un importante número de seres humanos, ignorantes, ajenos, e incluso explícitamente negadores de lo que ocurre a su alrededor.
“Globalización de la indiferencia” lo llama papa Francisco, y se refiere al olvido de Dios y de los hermanos como uno de los grandes males de nuestro tiempo.
La comunión eucarística, que nos transforma en Cristo y nos permite crecer como miembros de su cuerpo, nos libera también de nuestros egoísmos y de la búsqueda de los propios intereses. Por eso es de agradecer y reconforta que, en tiempos en que se habla de poca asistencia a misa y de escaso interés de los jóvenes, nuestras asambleas eucarísticas suelen ser numerosas y con amplia asistencia de edades.
Seamos conscientes de que al entrar en comunión con los sentimientos de Cristo, muerto y resucitado por nuestra salvación, se nos abre la mente y se ensancha el corazón para que quepan en él todos los hermanos, especialmente lo necesitados y marginados.
Termino con unas palabras de Francisco papa, convertidas en virales a través de los medios sociales de comunicación: “Les quiero pedir un favor. Les quiero pedir que caminemos juntos todos, cuidemos los unos a los otros, cuídense entre ustedes, no se hagan daño, cuídense, cuídense la vida. Cuiden la familia, cuiden la naturaleza, cuiden a los niños, cuiden a los viejos; que no haya odio, que no haya pelea, dejen de lado la envidia, no le saquen el cuero a nadie. Dialoguen, que entre ustedes se viva el deseo de cuidarse”.

La Santísima Trinidad


De Dios se puede hablar aburriendo o embelesando. Aburrimos tantas veces los curas y similares, cuando decimos hablar en su nombre y cargamos sobre las personas pesados fardos de obligaciones y oscuros mensajes de advertencias, prohibiciones y condenas. Embelesó Jesús a las gentes que le escuchaban y le seguían porque tenía palabras de vida y una vida que transparentaba al Dios que ama a todo y a todos como Padre.
No quisiera yo aburriros, y sé que no voy a embelesar a nadie. Pero hoy toca, un día más, hablar de Dios. Y como Dios es Trinidad, hablaremos de nosotros a quienes Él se nos ha revelado… trinitariamente como Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Una cosa quede clara desde el principio: no hemos alcanzado nosotros a Dios, Él ha descendido hasta nosotros. Nos creó por amor para amarnos. Se encarnó por amor para salvarnos. Nos envolvió en su espíritu para guiarnos de vuelta a Él. Ese es el recorrido vital de cualquier ser humano, sea creyente o no, bautizado o no, practicante o no: regresar a su seno y participar de su gloria.
Que Dios está se prueba fácilmente: nos amamos. Y donde hay amor, allí está Dios. Y donde no hay amor, estamos dándole la espalda a Dios.
Reconozcámoslo: nos conducimos en la vida guiados por el amor, es el motor que nos mueve, es la cualidad que nos define, todo en nosotros funciona gracias a él, y si falta el amor, enfermamos.
Quien ama, dice San Juan, está en Dios y Dios en él. De modo que nosotros estamos siendo pregoneros de Dios la mayor parte de nuestra vida. Sólo a veces lo ocultamos o lo negamos. Cuando aparece el desamor, renegamos de Dios.
Vivamos confiados en Su Presencia, y mejor si lo hacemos conscientemente; como lo hace el niño que duerme a pierna suelta y tranquilo porque sabe que mamá y papá están ahí, velando su sueño. Pero, puesto que no somos nenes, confiemos en Dios haciendo lo que Él espera de nosotros, amando a los demás sin poner medida, pero mucho más desmedidamente a los que más lo necesitan, a quienes Dios mismo llamó sus predilectos: los pequeños, los pobres, los sencillos, los que sufren, los que lloran solos, los enfermos y los despreciados de este mundo.
La mejor manera de creer en el Dios trinitario no es tratar de entender las explicaciones de los teólogos, sino seguir los pasos de Jesús que vivió como Hijo querido de un Dios Padre y que, movido por su Espíritu, se dedicó a hacer un mundo más amable para todos. Es bueno recordarlo hoy que celebramos la fiesta de Dios Trinidad.

Domingo 4º de Pascua


Resulta que los apóstoles fueron al templo a la oración de nona y un tullido les increpó, pidiendo ayuda. Pedro, le dio lo que había recibido: el Espíritu de Jesús.
El tullido se curó y las autoridades judías se revolucionaron. ¿Quiénes eran aquellos intrusos que osaban poner en duda su autoridad social y moral sobre el pueblo? Y les llevaron a juicio.
Pedro se defendió con un discurso que constituye el paradigma de toda predicación cristiana: “Lo hemos hecho en el nombre del Señor Jesús, la piedra que desecharon los arquitectos y que ha pasado a ser la piedra angular de todo el edificio”. Y terminó sus palabras diciendo: “bajo el cielo, no se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos”.
Desde entonces acá los cristianos venimos predicando a Jesús, el buen pastor. Llevamos haciéndolo casi dos mil años así que podemos suponer que no queda nada nuevo por decir.
Jesús es el buen pastor que da la vida por sus ovejas, por las del rebaño y por las que están en otros lugares.
Siguiendo a este Jesús, los cristianos de todos los tiempos se han sentido también pastores, y han salido a cuidar y recoger ovejas allá donde estuvieran. Y han vivido ese pastoreo sin condicionantes ni limitaciones.
Es cierto que el término pastor se suele aplicar al ministro ordenado que cuida espiritualmente de su grey. Pero esta acomodación no agota su significado, ni puede hacerlo. Jesús buen pastor, entendido sólo en el marco de lo religioso es empequeñecedor.
Por eso el Papa en estos últimos días está removiendo Roma con Santiago para impedir una guerra –el bombardeo de los barcos que transportan inmigrantes– que no conduce sino a más sufrimiento y ruptura.
Por eso los llamados misioneros administran escuelas, hospitales, centros de integración social, etc.
Por eso muchos creyentes han participado como iniciadores o como compañeros en multitud de proyectos de desarrollo humano: sindicatos, partidos políticos, empresas de economía justa, centros de cultura, etc.
La fe cristiana, teniendo a Jesús por buen pastor, no puede sentirse extraña a todo aquello que es propio del ser humano. Y por eso los cristianos no podemos esquivar todo aquello en lo que nuestro esfuerzo y trabajo y sensibilidad puede contribuir a dar pasos y progresar.
No nos es lícito estacionar nuestra fe en el templo; en la calle nos esperan los tullidos de todas las clases y de todos los tiempos. Y lo que tenemos, ese tesoro recibido a pesar de nuestra indignidad, debemos regalarlo.
“Y aún no se ha manifestado lo que seremos”. Ni siquiera sospechamos el poder que tenemos. Tampoco Pedro lo sabía, cuando resulta que su sola sombra era capaz de dar salud a los enfermos.
Guiados por el Buen Pastor, respondamos con nuestro servicio y entrega en favor de los demás.

Domingo 5º de Cuaresma



Hemos escuchado en la primera lectura cómo el profeta Jeremías, después de haber sufrido por la ruina de su pueblo, Israel, con el destierro a Babilonia, ahora de parte de Dios, anuncia, por primera vez en todo el Antiguo Testamento, una Nueva Alianza. «Mirad que llegan días en que haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza Nueva». Dios sigue fiel a su promesa y a su Alianza: «Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo». A pesar de la dureza del corazón de su pueblo, Dios no le abandona. Por sus profetas le va conduciendo, le va exhortando a la conversión.
La Alianza que anuncia Jeremías será más perfecta, más interior. No quedará grabada, como la de Moisés, en unas tablas de piedra: «Meteré mi ley en su pecho, la escribiré en sus corazones». «Todos me conocerán, cuando perdone sus crímenes y no recuerde sus pecados». Hemos cantado en el salmo: «Oh, Dios, crea en mi un corazón nuevo». La Alianza como el amor y la amistad, no se quedan en gestos exteriores, sino que piden una actitud interior.
Lo que el profeta Jeremías intuyó desde la penumbra del Antiguo Testamento, nosotros lo vemos ya cumplido plenamente en Cristo Jesús. La Nueva Alianza la selló él con su sangre en la cruz.
Las lecturas de hoy nos dicen lo que le costó. Sería una falsa imagen de Jesús el imaginarlo como un superhombre, impasible, estoico, por encima de todo sentimiento de dolor o de miedo, de duda o de crisis. Juan, en el evangelio, nos ha dicho cómo Jesús, instintivamente, pedía a Dios que le librara de la muerte, aunque luego él mismo recapacitó y pidió que se cumpliera la voluntad del Padre. Y en la Carta a los Hebreos hemos leído detalles que no constan en el evangelio: Cristo, ante la muerte, pidió ser librado de ella con lágrimas y gritos.
Tenemos un mediador, un Pontífice, que no es extraño a nuestra historia, que sabe comprender nuestros peores momentos y nuestras experiencias de dolor, de duda y de fatiga. Lo ha experimentado en su propia carne. Y así es como ha realizado entre Dios y la humanidad la definitiva Alianza.
Pero todo esto no es la última palabra. Este amor total hasta la muerte tiene un sentido positivo.
El mismo Jesús nos ha presentado una imagen muy expresiva: «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo, pero si muere, da mucho fruto». Ese es el camino de la salvación que Cristo nos ha conseguido. Como es el camino de todas las cosas que valen la pena.
Contemplamos esta figura de Cristo caminando hacia su cruz y dispongámonos a incorporarnos también nosotros al mismo movimiento de su Pascua: muerte y vida, renuncia y novedad. Nos ha dicho: «El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor. El que se ama a sí mismo, se pierde». Celebrar la Pascua supone renunciar a lo viejo y abrazar con decisión lo nuevo. La novedad de vida que Cristo nos quiere comunicar.
Esto supone lucha. Esto comporta muchas veces dolor, sacrificio, conversión de caminos que no son pascuales, que no son conformes a la Alianza con Dios. El mejor fruto de la Pascua es que nuestra fe, tanto a nivel personal como comunitario, se haga más profunda y convencida, y que cambie el estilo de nuestra vida.
El sacerdote sabe comprender nuestros peores momentos y nuestras experiencias de dolor, de dudas, de fatigas, de cansancio… Hace unos días celebrábamos la fiesta de san José, patrono de los seminarios diocesanos. Y pedíamos sacerdotes que después de haber escuchado la Palabra de Dios, de haberse dejado llenar de ella, salgan a los caminos para ofrecer el bálsamo del amor, de la gracia, del perdón. No se puede hacer vivir a otros si no estoy dispuesto a “des-vivirme” por los otros. La vida humana es fruto del amor y brota en la medida en que nos entregamos. Pero tenemos que añadir también que el amor nos hace vulnerables; amar incluye sufrimiento, porque quien no ama ni pena ni muere.
Teresa de Jesús sabe de cruz. No estuvo ausente en su vida; más aún, pudo decir: «En la cruz está la vida, y el consuelo y ella sola es el camino para llegar al cielo».
Cuando hoy escuchemos en la eucaristía lo que el sacerdote dice del cáliz de vino: «Este es el cáliz de mi Sangre, Sangre de la Alianza nueva y eterna», recordemos lo que anunciaba Jeremías, y que se ha consumado en la cruz de Cristo. De esa Alianza participamos cada vez que acudimos a comulgar. La eucaristía es cada vez una Pascua concentrada: Cristo mismo ha querido en ella hacernos partícipes de toda la fuerza salvadora de su entrega en la cruz.
(Subsidio Litúrgico ofrecido por la Conferencia Episcopal Española para el día del Seminario, 22 de marzo de 2015)

Domingo 4º de Cuaresma



Hay en matemáticas un valor que es fundamental para todo tipo de cálculos, el número pi, equivalente a 3,1416… Es constante e imposible de determinar, porque tiene infinitos números decimales.
Los cristianos deberíamos tener presente en todo momento el texto que acabamos de escuchar del evangelio de San Juan. Ese pasaje, el “pi” del evangelio está identificado como 3,14-16 y dice así: «Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él».
¿Se necesita darle alguna explicación o añadirle comentarios?
Por si fuera obligado hacerlo, valgan estas pocas palabras de un teólogo: “Dios no se hizo presente en este mundo, en la persona y vida de Jesús, porque se sintiera ofendido, indignado, irritado. Dios se hizo presente en el mundo, en el hombre Jesús de Nazaret, porque quiere tanto al mundo, que no soportaba más estar lejano, distante, desconocido. Dios se humanizó en Jesús.
Humanizándonos, encontramos la luz y amamos la luz. Endiosándonos, encontramos las tinieblas y toda nuestra vida proyecta oscuridad. No hay cosa más turbia y oscura que una persona que solo aspira a subir, trepar, instalarse. Como no hay luz más poderosa que la luz del que es tan humano que no tiene nada que ocultar, de forma que su vida y sus obras contagian bondad y humanidad” (Castillo).
Para el evangelista San Juan, cree quien se sabe amado, y por ello se siente feliz y agradecido. Y procura responder amando. No cree quien deja perder ese regalo que llena de sentido la vida. Como comunidad cristiana y como creyentes tenemos la vocación de ser testigos de esa luz. Es un regalo que Dios ofrece a todos. Y Él quiere contar con nosotros para que lo hagamos visible y creíble en el mundo actual.

Domingo 2º de Cuaresma



La Cuaresma —y toda la vida cristiana— es camino de conocimiento de Jesucristo, que nos pone en relación con el Padre y nos muestra la propia vocación. Es tiempo para convertirnos. (Cada vez que uso esta palabra temo no ser entendido, aunque en el lenguaje bíblico y de la liturgia sea corriente y usual).
Abraham (en la primera lectura) representa a la humanidad entera en su evolución y progreso hasta comprender que Dios no quiere el sacrifico de ningún «Isaac», que sólo quiere ser tenido en cuenta. San Pablo (en la segunda lectura), afirma que Dios está con nosotros, no contra nosotros, y dispuesto a darnos todo en y con su Hijo. ¡Cuánto nos gustaría estar convencidos de esto último.
En la montaña con los tres discípulos que mostraban más resistencia a dejar sus propias maneras e intereses, Jesús nos dice que estamos llamados a ser, como él, plenamente hijas e hijos de Dios. Sin desconsiderar a Moisés y Elías (el Antiguo Testamento, mediadores provisionales), el camino definitivo que ofrece el Padre es su Hijo Jesús.
Por tanto, no se trata de detenerse en Moisés y Elías, –profetas y maestros, teólogos y jerarcas, doctores y predicadores, que tenemos el rostro apagado; tampoco de buscar con Pedro atajos simplificadores, que nos alcancen el triunfo por métodos expeditivos, como si el fin justificara cualquier medio; mucho menos pretender como Santiago y Juan puestos de honor en un mundo nuevo hecho a la medida rastrera de los poderes interesados.
Se trata de escuchar, acoger y seguir «a nadie más que a Jesús» por el camino del amor y de la entrega total, porque sólo Jesús irradia luz. Todos los demás, la que recibimos y apenas sabemos irradiar.
Bajando de la montaña, los discípulos no lo habían entendido todo. Tenían más dudas que certezas. Pero continúan siguiendo a Jesús por la confianza que les ofrece y por la atracción de su persona.
No nos extrañe que estemos más pendientes de los sabios doctores y profetas, de los pedros, juanes y santiagos de turno; también nosotros queremos poner una tienda y retirarnos del combate, o ansiamos puestos de honor y reconocimiento. La duda es nuestra permanente compañera, como también el miedo, la ignorancia y tantas veces la impotencia.
Bajar con Jesús de la montaña es una decisión que nos compromete integralmente. Si no bajamos, no es Jesús quien se quede a nuestro lado. Pero si lo hacemos, vamos con Jesús hacia la Pascua, aunque en el trayecto esté Jerusalén, los conflictos, el rechazo, el juicio y la condena. La cruz de Jesús es inevitable para sus discípulos.
¿Confiamos en Jesús? ¿Creemos en él y en su palabra? Sigamos a Jesús y encontraremos a Dios.

Domingo 1º de Cuaresma


Mientras estamos aquí reunidos, en otros lugares están ocurriendo, entre otras, las siguientes cosas: Grecia y rescate económico, Ucrania y guerra, Estado islámico y muerte, África y hambre, etc. (consultar el periódico del día).
Los cristianos estamos convocados a entrar en actitud cuaresmal mientras otros ciudadanos del mundo viven sus particulares cuaresmas. Seguramente los protagonistas de las noticias que hoy publican los periódicos están ajenos a nuestra cuaresma, pero nosotros debemos poner todas ellas en relación.
Jesús es conducido al desierto, dice el evangelio, y sale victorioso de las tentaciones.
El desierto al que Jesús es conducido es ese lugar en el que uno se enfrenta a sí mismo y a sus limitaciones, sin asideros ni escapatorias, en desnudez y soledad… ante solo Dios.
Nosotros no tenemos desierto, pero sí oportunidad para realizar el mismo proceso de Jesús, si como él nos dejamos guiar por el Espíritu.
Esta cuaresma que estamos iniciando es buen momento para examinar…
Si estamos atendiendo a lo esencial, o por el contrario nos hemos quedado en lo accesorio.
Si vivimos a expensas de lo externo, y descuidamos lo más profundo.
Si nuestra preocupación es tener, y no apreciamos lo que somos.
Si nos contentamos con hacer, mientras Dios está reclamando nuestra atención.
Es preocupante en nuestro tiempo que, con la cantidad de noticias alarmantes que nos llegan a diario, y con la de llamadas a la solidaridad que se dan desde tantos lugares y por motivos tan diferentes, parece que nada se soluciona; y lo que hoy es actualidad, mañana ya nadie lo recuerda. Se habla de una solidaridad líquida. Algunos lo llaman buenismo, que gran parte del mundo practica pero sólo sirve como anestesia y escusa.
Si deseamos que esta Cuaresma no caiga en saco roto, dejemos de mirarnos a nosotros mismos, ya hemos comprobado hasta dónde podemos llegar. Pongámonos las pilas y armémonos con el Evangelio. Mirando a Dios sabremos lo que Él nos está pidiendo y espera de nosotros. Mirando a través de los ojos de Dios, la realidad cobra un sentido completamente diferente.
Pidamos, pues, lo que San Pablo nos propone: que Dios nos conceda una conciencia pura. Y que nosotros la aceptemos.

Miércoles de Ceniza



Papa Francisco, al dirigirse a toda la Iglesia en su mensaje para la Cuaresma de este año, utiliza las palabras del libro del Génesis ¿qué has hecho de tu hermano? que Dios dirige a Caín después de matar a su hermano Abel. Lo hace para poner el dedo en uno de los desafíos más urgentes que tenemos en este mundo, la globalización de la indiferencia. La indiferencia hacia el prójimo y hacia Dios es una tentación real también para los cristianos. Por eso necesitamos oír en Cuaresma el grito de los profetas que levantan su voz y nos despiertan.
Dios no es indiferente al mundo, sino que lo ama hasta el punto de dar a su Hijo por la salvación de cada ser humano. En la encarnación, en la vida terrena, en la muerte y resurrección del Hijo de Dios, se abre definitivamente la puerta entre Dios y el hombre, entre el cielo y la tierra. Y la Iglesia es como la mano que tiene abierta esta puerta mediante la proclamación de la Palabra, la celebración de los sacramentos, el testimonio de la fe que actúa por la caridad. Sin embargo, el mundo tiende a cerrarse en sí mismo y a cerrar la puerta a través de la cual Dios entra en el mundo y el mundo en Él. Así, la mano, que es la Iglesia, nunca debe sorprenderse si es rechazada, aplastada o herida.
El pueblo de Dios, por tanto, tiene necesidad de renovación, para no ser indiferente y para no cerrarse en sí mismo.
Y a continuación nos ofrece tres pasajes bíblicos para que los meditemos:
«Si un miembro sufre, todos sufren con él» (1 Cor 12, 26)
«¿Dónde está tu hermano?» (Gen 4, 9)
«Fortaleced vuestros corazones» (Sant 5, 8)
En el deseo de orar en comunión con todos nosotros y pedir a Cristo «Haz nuestro corazón semejante al tuyo», termina el obispo de Roma animándonos a tener un corazón fuerte y misericordioso, vigilante y generoso, que no se deje encerrar en sí mismo y no caiga en el vértigo de la globalización de la indiferencia.
Quienes formamos la parroquia debemos saber que somos la Iglesia, toda la Iglesia de Jesús, no importa nuestra pequeñez y límites concretos. Para nuestros vecinos, somos la Iglesia que ven y que les sirve, o no somos nada. Por ello es importante que nos preguntemos personal y comunitariamente:
¿Se tiene la experiencia de que formamos parte de un solo cuerpo? ¿Un cuerpo que recibe y comparte lo que Dios quiere donar? ¿Un cuerpo que conoce a sus miembros más débiles, pobres y pequeños, y se hace cargo de ellos?
¿O nos refugiamos en un amor universal que se compromete con los que están lejos en el mundo, pero olvida al Lázaro sentado delante de su propia puerta cerrada?
Y que, también personal y comunitariamente, nos comprometamos a:
Orar en la comunión de la Iglesia terrenal y celestial. Y papa Francisco nos propone realizar 24 horas para el Señor en los próximos días 13 y 14 de marzo.
Ayudar con gestos de caridad, llegando tanto a las personas próximas como a las lejanas. A mano tenemos tantas instancias eclesiales por donde canalizar esa solidaridad, desde la parroquia hasta Caritas, desde Manos Unidas a otras ong de nuestra confianza.
Asumir el sufrimiento del otro como una llamada a la propia conversión, reconociendo en la necesidad del hermano la fragilidad de mi vida, nuestra dependencia de Dios y de los hermanos.

Domingo 6º del Tiempo Ordinario


La Palabra de Dios no puede ser escuchada sin tener los pies bien apoyados en la tierra. Y el evangelio de hoy, muy bien acompañado por las otras dos lecturas, de ninguna manera nos consiente levantar el vuelo y perdernos entre las nubes.
Jesús, decíamos el domingo pasado, camina por las calles, se acerca a la gente, habla con ella, se preocupa por sus asuntos y dolencias, entra en las casas y comparte lo que le ofrecen. Tras de él la realidad ya no es la misma. El paso de Jesús la deja transformada.
En el pasaje evangélico de hoy, un leproso, a quien nadie querría como vecino, desde lejos le pide ayuda; una sola palabra habría bastado para que ocurriera el milagro. Pero Jesús no es un milagrero, no es el típico taumaturgo que realiza gestos aparatosos para maravillar a las masas.
Jesús se le acerca y le toca. Y se produce el milagro de la projimidad y del acogimiento. A larga distancia se provoca muerte, no salvación; el amor de Dios se manifiesta en Jesús que abraza y redime.
No podemos escuchar el Evangelio de Jesús sin tener “tocado el corazón” por la realidad que tan machaconamente nos ofrece el amplio campo de los medios de comunicación y de los que tan fácilmente salimos con el “mando a distancia” de nuestra superficialidad.
Si optamos por lo banal nos perdemos lo esencial, y en lugar de pringarnos con lo realmente humano nos distraemos con los chismes del momento. De esa manera toda nuestra fuerza y capacidad de regenerar la vida se nos va en los fuegos de artificio de la distracción y el entretenimiento. ¡Que lástima tirar lo que realmente importa por el agujero del desagüe!
Hay muchos y muy buenos ejemplos de personas, creyentes o no, que están dando el callo, ahí, tocando el sufrimiento y el dolor de tantos leprosos de nuestro tiempo. Uno de ellos es Manos Unidas, cuya Campaña Contra el Hambre atendimos el domingo pasado.
Pero esta historia continúa. Lejos y cerca. En todas partes tenemos ocasión de actuar como Jesús. Puesto que somos sus discípulos no dejemos para otros ni para luego lo que es nuestra responsabilidad aquí y ahora.

Domingo 5º del Tiempo Ordinario. Manos Unidas-Campaña contra el hambre



I. TANZANIA

La Unión Republicana de Tanzania se encuentra en África del Este y se formó después de la unión de dos estados soberanos llamados Tanganyka y Zanzibar.
Aunque Dodoma es la capital administrativa, Dar es Salaam es la capital comercial y donde se encuentra el mayor puerto marítimo de Tanzania.
Tanzania es el país africano de mayor extensión en África del Este, con sus 945.000 kilómetros cuadrados. Posee paisajes espectaculares que van desde las magníficas playas de la costa y las islas (siendo Zanzibar, una de las principales y más conocidas), las zonas montañosas y boscosas del norte, y las grandes planicies que albergan los conocidos parques nacionales protegidos, como son el Serengeti, Ngorongoro, Selous, Tarangier, etc....
El gran Valle del Rift que se extiende desde el noroeste de África hasta la parte central de Tanzania, es otro referente conocido de África.
Tampoco podemos olvidar el Monte Kilimanjaro, con sus 5.895 metros de altitud. Todos los años acuden miles de personas que suben a su cumbre tras 4-7 días de difícil ascenso.
Dar es-Salam (árabe: دار السلام, Dār as-Salām: “remanso de paz”) es la ciudad más poblada de Tanzania, situada en la costa este del continente africano junto al océano Índico. Fue la capital del país desde 1974 hasta 1996, cuando fue relevada por la ciudad de Dodoma. Había sido anteriormente la capital de la colonia de África Oriental Alemana, posteriormente del protectorado británico de Tanganica, y de la República de Tanganica tras su independencia en 1963. En 1996 la capital del país fue trasladada a Dodoma, en el interior del país, pero aún quedan organismos y oficinas gubernamentales en Dar es-Salam.
Es la mayor ciudad y la más rica de Tanzania, además de ser el principal centro económico y educativo del país, así como su puerto más importante, a través del cual se exporta gran parte de los productos agrícolas y minerales que se producen en la zona. Es la capital de la región homónima, que está dividida administrativamente en tres distritos: Ilala, Kinondoni y Temeke.

II. SITUACIÓN DE LOS NIÑOS
Principales problemas que afectan a los niños en Tanzania:

1. Pobreza
A pesar de contar con importantes recursos naturales y un flujo considerable de turistas, la situación económica de Tanzania no es halagadora. Gran parte de la población vive en condiciones de pobreza extrema, principalmente la población que habita en áreas rurales.
La pobreza impacta de manera negativa en las condiciones de vida de los jóvenes tanzanos y, en particular, en su derecho a la alimentación. Un número considerable de ellos sufre malnutrición y más del 70 por ciento padece algún grado de anemia severa.

2. Educación
En la capital, Zanzíbar, la educación es obligatoria durante los diez primeros años de escolarización, seis años de educación primaria y cuatro años de educación secundaria. No obstante, no existen medidas legales que garanticen que ello se cumpla. Los niños de las áreas rurales se encuentran con muchas dificultades para ir a la escuela porque los medios de transporte son a veces inexistentes y, además, no cuentan con ayudas para pagar el desplazamiento.
Además, el coste de la educación, como los uniformes y las matrículas, privan a los niños más pobres de acceder a ella y redundan en mayores tasas de absentismo y abandono escolar. Para lograr una educación de calidad, también resulta insuficiente las infraestructuras con que cuentan actualmente.
Todos estos factores llevan a la contínua disminución del número de niños inscritos en primaria en 1980, equivalente al 90 por ciento, respecto al 77,8 por ciento registrado en 2006.
A ello le sumamos que el 20 por ciento de los niños de entre 10 y 14 años no asiste a la escuela y muchos de ellos terminan trabajando.

3. Salud
A pesar de los grandes esfuerzos que ha hecho el gobierno para mejorar el acceso a la salud, la calidad y la disponibilidad de los servicios sanitarios continúa siendo un problema, principalmente debido a la escasez de recursos humanos y de infraestructuras.
Al menos, 250.000 niños mueren cada año por enfermedades menores debido a las bajas defensas que la malnutrición provoca en su sistema inmunológico y por la lejanía de los centros de atención médica.
En consecuencia, la tasa de mortalidad infantil es muy alta, especialmente entre los más jóvenes, ya que los neonatos representan el 29 por ciento de las muertes de niños de entre 0 y 5 años de edad. Las principales causas de muerte son, en orden descendente, la malaria, la anemia, la neumonía, las enfermedades prenatales, la diarrea y el VIH/SIDA.
De otra parte, la calidad de los servicios de salud sigue siendo un problema debido a varios factores, principalmente pr la escasez de recursos humanos y la inapropiada infraestructura sanitaria.
A esto se suma el hecho de que el VIH/SIDA ha dejado un gran número de huérfanos. Así, en 2008, casi el 11 por cien de niños menores de 18 años, es decir 1,3 millones de niños, había perdido al menos a uno de sus padres. La situación económica de las familias se hace entonces más difícil y las responsabilidades son mayores respecto a los sobrevivientes, especialmente para los niños.

4. Abuso
A pesar de los esfuerzos del país para combatir el abuso de menores, las campañas de difusión de este problema y su prevención son todavía insuficientes. Muchos de estos niños, víctimas de abusos, se enfrentan a situaciones de violencia psicológica, física y sexual que con frecuencia se presentan en sus propias comunidades, escuelas y hogares.
Los resultados de investigaciones sobre abusos a menores revelaron 307 casos en 2009. De ellos, el 29 por ciento se relacionaron con abusos sexuales, el 26 por ciento, con violencia y abusos físicos; el 32 por ciento, con abandonon familiar, y el 13 por ciento, con abusos psicológicos De esta estadística, hay que destacar que las jóvenes son particularmente vulnerables debido a la discriminación en contra de la mujer y a un mayor riesgo de abuso sexual.
Asimismo, la investigación reveló que se utilizaban prácticas de castigo corporal en alrededor de 50 escuelas. Los causantes de estos actos violentos, que ignoraban las directrices del Ministerio de educación contrarias a estas prácticas, ocasionaron traumas en los alumnos hasta el punto de provocar que abandonaran la escuela.
No obstante, el castigo corporal se encuentra todavía permitido por una ley de 1930 y es el tipo de castigo más común que los tribunales imponen a los menores de 18 años por casi cualquier tipo de delito, dado que esta sanción es considerada fácil de aplicar y no requiere de ningún régimen de custodia. En este sentido, un menor de 16 años puede recibir hasta 12 golpes dados con una vara, y 24, si tiene más de 16 años.

5. Mutilación genital femenina
Muchas niñas son víctimas de la mutilación genital en Tanzania.
La tradición dicta que las mujeres sean circuncidadas y, por ello, el 28 por ciento de las jóvenes son víctimas de esta práctica desde que cumplen un año de edad.
La circuncisión suele realizarse bajo terribles condiciones de higiene que pueden generar infecciones. Esta barbarie, además, puede causar traumas psicológicos hasta la edad adulta que nunca han sido tratados ni exist un protocolo sanitario que ayude a estas mujeres víctimas de la ablación a superarlo.

6. Matrimonio infantil
En Tanzania existe otra serie de prácticas tradicionales nocivas para la infancia, como son los matrimonios precoces y los matrimonios forzados.
Aunque los matrimonios infantiles han disminuido considerablemente en los últimos años, muchas niñas aún son forzadas a casarse, a veces incluso a edades tan tempranas como los 12 años.
Estos matrimonios tienen serias implicaciones para las niñas, que no entienden la importancia de semejante compromiso y las obligaciones que supone. Además, algunas son violadas y son objetos de todo tipo de abusos frecuentemente por parte de sus esposos mayores con la anuencia y complicidad de sus familias.

7. Niños de la calle
Se estima que entre 3.000 y 5.000 niños viven en la calle. en Dar el Salam, la ciudad más poblada de Tanzania. Al ser la ciudad más importante del país, los niños acuden allí con la esperanza de escapar de la miseria y la violencia de las áreas rurales. Este fenómeno ha ido constantemente en aumento debido a la rápida urbanización de las zonas del país.
Los niños viven en las calles y, aunque sus edades oscilan entre los 5 y los 18 años, la mayoría de ellos -de los que el 80 por ciento son varones- tienen entre 7 y 14 años. A ello se añade su doble vulnerabilidad, al tratarse en general de hijos ilegítimos o que vienen de familias desintegradas. Otros factores que alimentan este fenómeno son la violencia intrafamiliar, la pobreza, la descomposición de los valores familiares, el alcoholismo y, más recientemente, el VIH/SIDA.
La ciudad representa de por sí muchos peligros para los niños, que son particularmente vulnerables a la prostitución y a los abusos sexuales y en consecuencia, al VIH/SIDA.
Para completar este fenómeno de peligrosidad, estos menores suelen ser presa fácil de las redes de trata de niños.

8. Trabajo infantil
De acuerdo con las leyes laborales de Tanzania, está prohibido emplear a niños menores de 14 años para trabajos ligeros, así como a menores de 18 años para trabajos peligrosos.
Sin embargo, en la capital, Zanzíbar, la posibilidad de ganar dinero fácil empuja a las familias a enviar a trabajar a sus hijos, menores de 14 años en su mayoría, en lugar de enviarlos a la escuela. De otro lado, otras familias prefieren que sus hijos trabajen en casa o en la granja familiar.
En las áreas urbanas, la mayor parte de estos menores trabjaja sirviendo té o vendiendo bocadillos, mientras que otros son empleados en la industria de la hostelería y el turismo. En las áreas rurales, los niños trabajan en condiciones más difíciles en plantaciones de clavo, en granjas de algas o en las minas. Así, en los pueblos de áreas mineras, la tasa de abandono de la escuela es muy alta, de entre el 30 y el 40 por ciento.

9. Derecho a la identidad

El registro de nacimientos es obligatorio para los niños nacidos en Tanzania, independientemente de que sean ciudadanos nacionales, no nacionales o refugiados. Pero, a pesar de ello, sólo el 19 por ciento de los nacimientos son registrados y se presenta una gran disparidad entre las áreas urbanas y las rurales.
Aún hoy, sólo el 7 por ciento de los niños tiene un certificado de nacimiento, debido a la falta de conciencia pública acerca de la importancia del registro de nacidos y del proceso a seguir para obtener el certificado de nacimiento.
Además, su elevado coste desincentiva este trámite al incluir, entre otras cosas, una multa por inscripción tardía, una tasa de 3,5 dólares por el certificado de nacimiento y el coste del viaje.

10. Justicia para menores
Entre 2008 y 2009, 2.692 niños menores de 16 años pasaron por centros de detención la mayoría, acusados de atraco y robo. Más de la mitad de estos menores fueron encerrados con adultos, a pesar de que las leyes de responsabilidad del menor exigen celdas separadas.
Estos centros de detención no están adaptados para niños y se enfrentan con muchos problemas: como unas instalaciones en mal estado, la falta de calidad del agua, la escasa la higiene y unas celdas abarrotadas.

III. PROYECTO DE MANOS UNIDAS QUE VAMOS A FINANCIAR

TAN / 68300 / LV D
Orden: 78
Localidad: DAR ES SALAAM
SOLICITUD QUE SE ADMITE: PROGRAMA DE REHABILITACIÓN PARA NIÑOS DE LA CALLE
IMPORTE TOTAL: 54.476,00 €
AL FRENTE DEL PROYECTO: Fr. Michael Anthony Vinoth, Missionaries of Mary Immaculate: CHILD IN THE SUN
BENEFICIARIOS
DIRECTOS: 60
INDIRECTOS: 300
1. RESUMEN DEL PROYECTO
En Tanzania, a las ciudades grandes como Dar es Salaam, llegan adolescentes y jóvenes huyendo de la pobreza del ámbito rural, el abandono escolar y diferentes situaciones familiares conflictivas. Buscan trabajo y mejorar su vida. Desgraciadamente la mayoría acaba en el tráfico sexual y viviendo en la calle debido a la falta de formación básica para poder conseguir trabajo. Al no conseguir los medios necesarios para alojamiento y manutención, y por lo tanto vivir en la calle, su situación se agrava muchas veces por el consumo de drogas, embarazos no deseados y múltiples enfermedades debidas a la malnutrición, falta de higiene y carencias básicas. A esto hay que añadir los efectos de la malaria y el sida. Ante esta situación, los Misioneros de María Inmaculada, a petición del Obispo de Dar es Salaam, se hicieron cargo hace unos años de la gestión y el mantenimiento de un centro de formación profesional, reunificación familiar y asistencia médica situado a las afueras de la ciudad, para jóvenes provenientes de la calle y el tráfico sexual. A este centro, los adolescentes y jóvenes de entre 15 y 25 años, acuden tras estar 3 meses en un centro de acogida donde reciben atención inicial básica y programas de modificación conductual, asesoramiento y apoyo psicológico. Ante la creciente demanda de acogida, los Misioneros de María Inmaculada nos piden la colaboración para la compra de maquinaria necesaria para los cursos de formación profesional: carpintería, albañilería y soldadura; la financiación de los gastos de energía, reunificación familiar y salarios del personal necesario durante 3 años. La Congregación colaborará mediante la compra del equipo básico para cada alumno para poder empezar a trabajar y los beneficiarios colaborarán en la manutención del centro trabajando en los huertos y cuidando de los animales domésticos. Con este proyecto se conseguirá la formación profesional de 60 jóvenes y su consiguiente acceso al trabajo y reinserción social.
2.- BENEFICIARIOS
DESCRIPCIÓN DE BENEFICIARIOS
Los beneficiarios son chicos adolescentes y jóvenes de entre 15 y 25 años de edad que provienen de la calle y el tráfico sexual, y que, tras permanecer unos meses en un centro de acogida, son transladados a Child in the Sun para formarse.
PARTICIPACIÓN EN LA ELABORACIÓN DEL PROYECTO
Los beneficiarios colaboran con los trabajos agrícolas, así como el cuidado de gallinas y cerdos para garantizar el suministro alimenticio del centro.
3.- OBJETIVOS
OBJETIVO GENERAL
Contribuir a la reinserción social de chicos adolescentes y jóvenes de los barrios marginales de la capital del país.
OBJETIVOS ESPECÍFICOS
Proporcionar a los jóvenes que han sido recogidos de la calle, formación profesional, educación básica, asistencia psicológica y reunificación familiar.
ACTIVIDADES A REALIZAR
A1.- Compra de maquinaria y herramientas necesarias para la formación profesional de albañilería, carpintería y soldadura por un valor de 11.260 Eur (MU).
A2.- Financiación de los gastos de energía necesarios para la realización de los cursos de formación por un total de 18.375 Eur (MU).
A3.- Realización de un programa de reunificación familiar durante 3 años a 60 jóvenes por un total de 2.790 Eur (MU).
A4.- Proporcionar equipo básico para trabajar al finalizar los cursos a 60 jóvenes por un valor de 9.000 Eur (Socio Local).
A5.- Financiación de los salarios de profesores de carpintería, albañilería, soldadura y vigilante durante 3 años por un total de 22.050 Eur (MU).
4.- ORIGEN Y JUSTIFICACIÓN
ORIGEN DE LA INICIATIVA
La Congregación India Missionaries of Mary Immaculate (MMI) a petición del Arzobispado de Dar es Salaam, se hace cargo del mantenimiento y gestión de este centro, "Child in the sun", para la formación profesional, asistencia médica y reagrupación familiar, que anteriormente había sido llevado por la congregación de los Padres Blancos. A través de la rama femenina de la Congregación, se ponen en contacto con Manos Unidas y solicitan la colaboración para la compra de maquinaria para desarrollar la formación profesional y financiar la asistencia médica y reunificación familiar de 60 jóvenes durante 1 año.
El centro lleva funcionando muchos anos con éxito y los jóvenes aprenden profesiones que les posibilitan encontrar trabajo y reinsertarse en la sociedad.
El responsable del proyecto, que es el director del centro "Child in the Sun" tiene 25 anos de experiencia trabajando a nivel de base en India y África. Esta cualificado como asistente social con una titulación de master en trabajos sociales y especializado en desarrollar y administrar programas de rehabilitación de jóvenes de la calle y victimas del trafico.
PROBLEMAS CONCRETOS A RESOLVER
El proyecto pretende resolver la situación de abandono al vivir en la calle proporcionando a los jóvenes, alojamiento y manutención en un ambiente familiar. Trata de facilitar el acceso al trabajo mediante la formación profesional en diversas materias. Así mismo trata de mejorar la falta de salud y enfermedades mediante controles sanitarios y el suministro de medicinas. Finalmente este proyecto reinsertara a los beneficiarios en la sociedad mediante un programa de apoyo psicológico y reunificación familiar.

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