Domingo 22º del Tiempo Ordinario


Pedro había escogido seguir a Jesús, porque lo consideraba la mejor decisión que podía tomar. Un pescador humilde de un lago de Palestina no podía presentarse a mejor oposición.
Cuando Jesús le habla de entrega, de cruz y de muerte, no entiende nada. ¡Cómo va a acabar así el centro de todos sus sueños y esperanzas! Jesús le da una lección que el Evangelio expresa con cierta dureza. Viene a decir más o menos: Seguirle no es sólo caminar por los campos de Galilea en primavera, rodeados de multitudes que aclaman a Jesús. Seguirle es caminar cuesta arriba, hacia Jerusalén. Y saber que allí, por coherencia vital, esperan dificultades, conflictos, problemas. Y acaso también espera la muerte. Porque el Reino lo merece todo. Y porque la confianza se pone en Dios y no en nuestras propias fuerzas. Agarrarse a la vida es perderla. Vivirla a tope en la fraternidad del Reino, compartiendo, arriesgando, regalando, dándose, es la única forma verdadera de ganarla.
Quisiéramos vivir un cristianismo cómodo, sin sobresaltos, sin conflictos. Pero Jesús es claro es su invitación: hay que tomar la cruz, hay que arriesgar la vida, hay que perder los privilegios y seguridades que nos ofrece la sociedad si queremos ser fieles al evangelio. ¿Cómo vivimos en la familia y en la comunidad cristiana la dimensión profética de nuestro bautismo? ¿Estamos dispuestos/as a correr los riesgos que implica el seguimiento de Jesús? ¿Conocemos personas que han vivido la experiencia del martirio por el evangelio? ¿Ya no es tiempo para mártires, o lo es para mártires de otra manera?

Domingo 21º del Tiempo Ordinario


Muy brevemente resalto dos noticias que afectan a todos:
1ª. Paraguay, un pequeño país de Hispanoamérica de apenas seis millones de habitantes, ha estrenado nuevo presidente elegido democráticamente en la persona de Fernando Lugo. ¿Qué tiene esto de especial? Que Fernando Lugo era un obispo católico que pidió permiso para presentarse a las elecciones, renunciando a sus tareas pastorales. La autoridad eclesial se lo ha concedido. Y el pueblo paraguayo celebra que esta persona quiera llevar a cabo en la política lo que antes predicó desde su ministerio.
Todos los comentarios que he leído sobre este asunto coinciden en que no lo tiene fácil, pero abre un gran camino a la esperanza en uno de los países más pobres del continente y más injustamente tratado últimamente.
Es un ejemplo más del compromiso que nace de la fe y se lleva a cabo, incluso con la renuncia -digamos- a la propia persona.
2ª. En España hemos padecido el trágico accidente del avión en Barajas, con tantos muertos y tanto sufrimiento. Desde nuestra fe nos unimos a los familiares de los fallecidos y a los heridos que se recuperan en los hospitales; oramos con los muertos; y esperamos que la investigación aclare todas las circunstancias del percance.
Pero, hay un pero. Algunos medios de prensa y televisión, en aras de un servicio a la información, han realizado comentarios y han atosigado a familiares de accidentados de manera éticamente cuando menos discutible. Utilizar los sentimientos de quien sufre para llenar espacios informativos y mantener índices de audiencia no es información, es otra cosa.
Esto ya sabemos que ocurre normalmente y no lo podemos evitar. Sí podemos no leer, no escuchar, no contribuir a que se realice.
Todos sabemos que hay programas y publicaciones que se centran en el índice de audiencias y sólo existen porque ese índice es significativo. Nosotros seremos tan responsables de la mala práctica periodística si contribuimos a que se siga realizando.

Domingo 20º del Tiempo Ordinario


Todos los seres humanos somos de pueblo, más bien de nuestro pueblo. Desde pequeños tenemos un territorio marcado, en el que echamos nuestra raíces y al que nos unimos afectivamente. La universalidad, la mente y el corazón abiertos, más bien es cosa de aprendizaje, de riqueza que se va adquiriendo con la experiencia.
Este es el dato que hoy aprende Jesús: que él es judío, pero tiene que abrirse al resto de la humanidad. Esa es la voluntad de su Padre: atender a todos, no hacer acepción de personas, extender el Reino de Dios más allá de cualquier frontera.
El otro apunte que quiero expresar esta mañana es que necesitamos rezar. Rezar no es sólo repetir oraciones aprendidas. Rezar hablar con Dios, dialogar, pedir, preguntar, insistir, porfiar y hasta discutir con Él.
La mujer cananea nos da una estupenda lección. Su oración insistente, tozuda, y hasta podíamos decir provocadora, consigue resultados. Su plegaria es atendida.
Ante Dios no hay fronteras, no las mantengamos nosotros. Con Dios necesitamos expresarnos; Él nos habla, seamos al menos corteses: escuchemos lo que nos dice y respondamos a sus requerimientos.

Domingo 18º del Tiempo Ordinario


Dicen que estamos en tiempos de crisis. Los informativos de la televisión, de la radio, los periódicos, todos nos hablan de que se avecina una crisis alimentaria. A primera vista, podemos pensar que nuestro mundo, nuestro planeta, no va a ser capaz de producir alimentos para todos.
Y una vez más el hambre se va a extender por unos cuantos países. Como siempre, casi seguro que a África le va a tocar la peor parte. La conclusión es muy posible que, desgraciadamente, se haga cierta. Lo dice hasta el Banco Mundial. El hambre va a llegar.
Pero no es cierto el punto de partida. No es cierto que nuestro planeta no sea capaz de producir alimentos para todos. La verdad es que los precios están subiendo fruto de la especulación y de que los países ricos, una vez más, están -estamos- acumulando. Necesitamos más energía para el desarrollo. Queremos consumir más -mucho más de lo que en verdad necesitamos.
Por eso sube el precio del petróleo, de los fertilizantes, de los abonos, de los transportes. Y para colmo, a alguien se le ha ocurrido que los bio-combustibles -gasolinas hechas a partir de vegetales- pueden ser la solución a la escasez de petróleo. Como consecuencia, se destinan menos tierras a producir alimentos y suben sus precios.
Los pobres son los que más sufren. Siempre ha sido así. Por eso, las lecturas de este domingo cobran más actualidad que nunca. El profeta Isaías pone en boca de Dios mismo palabras que prometen vida y abundancia para todos, incluso para los que no tienen dinero. El camino es escuchar su Palabra. Ahí está la vida. La solución, una vez más, no es el mercado, dejar la sociedad en manos de los que sólo quieren hacerse ricos.
Jesús pone en práctica la profecía de Isaías. La gente le sigue, le escucha, le hace caso. Junto a Él las cosas se parten y se reparten, nadie pasa necesidad. Se diría, con el símil de los domingos anteriores, que el Reino de Dios que predica Jesús se parece mucho a un grupo de gente que comparte lo que tiene
Jesús no solucionó el problema del hambre; nos dejó unas pautas de vida ética y humana. Si creemos en el Reino, si hacemos nuestras sus exigencias y valores, tenemos en nuestra mano la solución para arreglar este mundo injusto y cruel, en el que aún hoy día el hambre mata millones de seres humanos.

Música Sí/No