Domingo 1º de Cuaresma


Empezamos nuestro camino cuaresmal. Lo primero que hemos escuchado ha sido la promesa del Dios de la Vida: «Nunca más volveré a maldecir el suelo por causa del hombre» ¡Nunca más habrá diluvio para destruir la tierra! El motivo es exactamente el mismo que dio origen a la catástrofe: “las trazas del corazón humano son malas desde su niñez”. Esto significa que la violencia, la corrupción, la injusticia, la acumulación, el egoísmo, la insolidaridad continuarán existiendo mientras exista el ser humano sobre la tierra. Pero ahora sabemos que ningún “diluvio” tiene la solución a nuestros males. Ni siquiera Dios puede hacer que todo sea bueno de raíz, tal es la condición humana.
Esto también quiere decir que la religión del miedo ha sido superada, ha quedado atrás. Pasaremos por muchas dificultades en nuestra vida personal, familiar, en el trabajo, en nuestro país, etc. Pero siempre podremos contar con esa promesa y con la fidelidad del que la hace: Dios mismo. Habrá momentos oscuros y difíciles. Sentiremos la tentación de dejar el camino y tirarnos en la cuneta. Pero contamos con la fuerza de Jesús, con su gracia. Él sabe bien lo que es estar en el desierto, en soledad, apencar con la propia vida y compromiso, estar a solas con el Abba, y sin embargo no recibir milagrosamente ninguna ayuda de Él -«Abba, aparta de mí este cáliz»-, pero sí su presencia y su amor.
Cuaresma es tiempo para atender y curar las heridas que nos hemos hecho, unos a otros, a nosotros mismos, y que nos impiden caminar con gozo y esperanza. Es tiempo para reconocer sin miedo que más de una vez hemos caído en la tentación del desánimo pero también de sentir la alegría de que el Dios de Jesús es fiel a su promesa a pesar de todos los pesares, a pesar de todas las que hemos hecho.
Siempre podemos levantar la cabeza al cielo y mirar al arco iris. Es sólo un efecto óptico y meteorológico producido por los rayos del sol al atravesar las pequeñas partículas de agua contenidas en la atmósfera terrestre. Vale. Pero también es un signo de la belleza de este mundo creado por Dios y en esa misma belleza está contenida la promesa de Dios. Incluso cuando el cielo esté lleno de nubarrones, sabemos que el sol está allí. Siempre. Aunque no lo veamos.
Por eso no nos dejamos hundir por las tentaciones ni las dificultades. Y seguimos adelante. La Pascua de la Vida nos espera. Al final, como a Jesús, en medio de las bestias, los ángeles nos servirán, es decir, Dios seguirá bendiciéndonos, no importa qué peligros nos acechen, con su amorosa presencia.

Música Sí/No