Domingo 7º del Tiempo Ordinario


San Pablo asegura que Jesús es el Sí de Dios a la humanidad, un sí definitivo, un sí que es claro y rotundo, un sí que en nada tiene que ver con los “sí pero no” a que solemos estar acostumbrados y que practicamos con harta frecuencia para no molestarnos ni complicarnos.
Y Jesús es un Sí de Dios sin matices ni colores porque su palabra se hace vida. No queda en el aire, como las nuestras, a merced del olvido o de la propia negación. La palabra de Jesús se hace vida tangible y concreta. De esto habla el evangelio. Un tullido es presentado ante Jesús por cuatro amables vecinos. Sin mediar palabra Jesús dice: «Hijo, tus pecados quedan perdonados». La que se armó fue tremenda, porque claro que Dios perdona, pero así de esa manera tan fácil no es posible. ¡Cómo se atreve Jesús a decir eso! dijeron los santones de turno, los que están siempre sentados para juzgar a los demás. Aquel enfermo lo era porque había pecado y la propia enfermedad era la prueba.
Jesús viene a decirnos que Dios es vida, que la vida es para vivirla en plenitud, y que el perdón de Dios es tan fácil como devolverle la salud a aquel hombre. Inmediatamente añade: «Contigo hablo: Levántate, coge tu camilla y vete a tu casa». Con estas palabras Jesús devuelve a la vida a aquel hombre que casi estaba muerto. Lo levanta, le manda levantarse, y el que estaba acostado y eran otros los que le llevaban y traían, ahora es capaz de tomar la camilla y decidir por sí mismo su propio rumbo. ¡Realmente Jesús ha realizado algo nuevo! En Jesús comienza esa nueva vida que se anuncia en la primera lectura. Esa nueva vida se hace posible porque Dios borra nuestros crímenes y se olvida de nuestros pecados, porque Dios abre caminos en el desierto y ríos en el yermo.
No es posible seguir a Jesús viviendo como «paralíticos» que no saben como salir del inmovilismo, la inercia o la pasividad. Tal vez, necesitamos como nunca reavivar en nuestra comunidad la celebración del perdón que Dios nos ofrece en Jesús. Ese perdón puede ponernos de pie para enfrentarnos al futuro con confianza y alegría nueva.
El perdón de Dios, recibido con fe en el corazón y celebrado con gozo junto a los hermanos y hermanas, nos puede liberar de lo que nos bloquea interiormente. Con Jesús todo es posible. Nuestra comunidad pueden cambiar. Nuestra fe puede ser más libre y audaz.

Música Sí/No