Domingo 20º del Tiempo Ordinario


Continúa Jesús con su discurso sobre el pan de vida que venimos escuchando desde domingos anteriores.
Podemos escucharlo rutinariamente, y después ponernos a la fila, como de costumbre, para comulgarle una vez más, sin que se produzca en nosotros ningún cambio significativo.
Si fuera una decisión tomada con verdadera hambre de Jesús, buscando desde lo más profundo encontrarnos con Él, ansiando abrirnos a su Espíritu para que marque y potencie lo más noble y bueno que hay en nosotros, y luego dejarnos llevar dócilmente, interiorizaríamos sus actitudes más básicas y esenciales; encenderíamos en nosotros el instinto de vivir como él; despertaríamos nuestra conciencia de discípulos y seguidores para hacer de él el centro de nuestra vida. Sin cristianos que se alimenten de Jesús, la Iglesia languidece sin remedio.
El texto evangélico es rotundo, casi agresivo: «Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él».
Ser como Jesús, vivir como Jesús, dar la vida como Jesús.

Música Sí/No