Domingo 4º de Adviento

Tras estas lecturas de la Sagrada Escritura, me parece interesante resaltar que el evangelista Mateo pretende hacernos ver que Dios nunca ha estado lejos del ser humano. No sólo nos relata la manera de comunicarse Dios con José, el esposo de María; también nos aclara quién es Jesús, el hijo que este matrimonio va a tener.
Que Dios hable con José a través de un sueño y por medio de un ángel es como decir que Dios no está en otra parte ni necesita de medios raros para presentarse ante nosotros. Basta que le dejemos habitar y expresarse en nuestro interior, que estemos abiertos a su palabra, que tengamos con él y de él una experiencia personal.
Que Jesús, el niño que va a nacer, sea Emmanuel, es de decir, Dios-con-nosotros, indica que, salvo que le echemos de este mundo y de nuestra vida, Dios es de todos y para todos, sin exclusivismos ni diferencias. Es más, que precisamente porque escoge lo pequeño, lo que no cuenta, lo más pobre, nadie puede sentirse ajeno o impedido para acceder a Dios, para que Dios se acerque a nosotros.
Por si lo hubiéramos perdido o estuviéramos en el trance de abandonarlo, sería bueno que comprendiéramos que desde siempre, como seres humanos, tenemos capacidad de experimentar a Dios como el misterio que reside en nuestro interior. Misterio, digo, porque no sabremos nunca explicárlo ni describirlo, aunque lo razonemos.
Los católicos solemos buscar a Dios fuera, tal vez en algún lugar extraño del universo, ciertamente en el sagrario, y en su palabra revelada en la Biblia.
Descubrirlo como lo más íntimo de nuestro ser: escucharlo en nuestros propios pensamientos y reflexiones; temerlo en nuestros miedos, vacilaciones y preocupaciónes; no sentirlo cuando sufrimos y no sentimos impotentes; echarlo en falta en nuestra mediocridad; negarlo con nuestro pecado; implorarlo en la angustia y necesidad.
Así José entra en escena para, junto con María, avisarnos de que ese Dios que está en mí, y también en ti y en todos, es Dios para todos. Aceptar, como José y María, lo que Dios pide de nosotros, y poner como ellos nuestras personas a su total disposición, es hacer Navidad.
Que el misterio de amor que hoy se nos anuncia, mañana sea motivo de alegría y de paz para este mundo.


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