Domingo 3º de Adviento. Fiesta Patronal



Ser testigos de la luz, como Juan, y recibir de boca de Jesús si no la misma alabanza, “profeta”, siquiera esta no menos importante, “mi mensajero”. Y desde luego ni caña vencida por el viento ni preocupados por el lujo y la vanagloria. Así hemos querido ser en esta parroquia, y es nuestro propósito seguir siéndolo.
Lo mejor que nos puede pasar es no ser centro de nada, ni siquiera de nosotros mismos. Centrados en Jesús y su Evangelio, anunciándolo y haciéndolo presente a través de los sencillos gestos de la vida, acompañando a cuantos curiosos o interesados también deseen acercarse a Él, llevándolo con nosotros al encuentro de los pobres y empobrecidos, derrotados y tristes, marginados y solitarios. En todo momento dejando que la misericordia de Dios resplandezca sobre las demás cosas, así estaremos, así debiéramos estar, quienes además de bautizados tenemos a la Virgen de Guadalupe por patrona.
Dios ha dado suficientes pruebas de su fidelidad, y de que lo que promete lo cumple. Por eso debemos revestirnos de paciencia, como dice San Pablo, y no quejarnos porque parece callar ante nuestro sufrimiento y el del la humanidad. No está desentendido de nada ni de nadie, sino que como el labrador espera paciente y confiado el fruto que tras las lluvias y los vientos, las heladas y los calores, llegue a su sazón.
Ese amor de Dios que ha sido sembrado en nuestros corazones nos impulsa a entonar cantos de alabanza, y a decir unidos a María, proclama nuestra alma las grandezas del Señor, se alegra nuestro espíritu en Dios Salvador.
Hemos sido agraciados en todo, no para nuestro solo y propio beneficio; sino para ser como el canal que lleva agua de vida a todas las parcelas, a sus cultivos, a cada planta.
Inmerecidamente hemos sido ungidos profetas para anunciar la buena nueva. Consagrados sacerdotes suyos para sanar corazones afligidos. Coronados reyes para vivir con limpieza de mirada y ternura en el corazón. Dios nos da sus dones para que los repartamos con largueza. Vivamos las bienaventuranzas a destajo, hagamos Reino de Dios sin fronteras, forjemos herramientas de las armas y construyamos en este erial un vergel de paz verdadera y duradera.
Somos hijos de María de Guadalupe, reina de gente pequeña de todos los colores y culturas, de muchos idiomas pero de un único lenguaje, el del amor. Que ella esté siempre con nosotros. Que nosotros nunca nos separemos de María en el camino hacia el Padre.


Música Sí/No