La Epifanía del Señor


Ayer hice un descubrimiento en internet que me ha tenido todo el día reflexionando. Veréis. Resulta que en la ciudad de Kaunas, en Letonia, un pequeño país del norte de Europa que estuvo sometido al poder soviético durante la posguerra, las autoridades socialistas erigieron una estatua al hombre trabajador. Es una figura en bronce y representa a un labriego con una cesta en una mano y con la otra simulando el gesto de arrojar semilla. Sobria y fría, supongo que querría representar a la fuerza del trabajo para levantar una nación. Del estilo de aquellos carteles que se colgaban en nuestro país cuando los homenajes en el estadio Bernabeu el 1 de mayo.

Alguien, no sé cuándo, ha pintado en una pared cercana a la estatua unas manchas negras, como si se hubiera descuidado al limpiar una brocha y salpicara sin quererlo el muro.
El caso es que esa estatua que de día no tiene mayor atractivo, al caer la tarde y sobre todo por la noche, proyecta sobre la tapia iluminada una silueta como salida de un sueño: Alguien está esparciendo por la tierra una nube de estrellas. El efecto óptico es tal, que ya digo, estuve ayer dándole vueltas.

Yo he sacado una moraleja: cuando a la gente se le roban las ilusiones y la alegría, siempre surge alguien que se inventa la manera de devolvérsela. O al menos lo intenta.

Yo creo que la fiesta que hoy celebramos, sin aparcar la noche que dejamos atrás y que aún coleará en nuestras casas con los regalos de reyes, nos habla de un Dios que quiere a toda costa recargarnos las pilas de la alegría, la ilusión y la esperanza de la vida. Y nos pinta estrellas por las paredes y los muros de nuestra existencia.

Mirando con los ojos del deber obligado, de las normas y las leyes, del yo engreído, exclusivo y excluyente, en fin, de lo mío-mío y lo demás también, sólo veremos lo que aumenta nuestro ego.

Pero si cambiamos la mirada, descubriremos estrellas divinas por todas partes.

Es el mismo mensaje de la Navidad: Dios se ha hecho carne. La carne es el lugar donde Dios está. Estamos redimidos. Estamos salvados. Somos carne de eternidad.

Desde la fe en Jesús el Dios-con-nosotros ser humanos, -hombres, mujeres, niños y niñas- es todo lo que podemos llegar a ser. Y siéndolo y tratándonos unos a otros así, también seremos divinos.

Música Sí/No