Domingo 3º del Tiempo Ordinario


Cuando decidimos construir un edificio, trazamos planos y diseñamos perspectivas, puertas, ventas y reparto general de habitaciones

Cuando queremos llevar a cabo una empresa cualquiera, sentamos las bases y enumeramos objetivos.

Cuando comienza el curso, establecemos el programa.

Así empezó de nuevo el pueblo de Israel, tras la humillación del destierro: proclamando la Ley que Dios les había dado y reconstruyendo el templo.

Así empieza Jesús, poniendo en claro las señales por las que el Reino de Dios se va realizando e indicando con el dedo la dirección correcta que hemos de seguir si pretendemos también nosotros hacer real el sueño amoroso de Dios.

Puede resultar sorprendente que Jesús no pretendiera organizar una religión, un culto, una moral. No nos importe. Él apuntó dónde está Dios, dónde le podemos encontrar, dónde coincidiremos con él, el lugar y el momento en el que la Palabra de Dios se cumple: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado a anunciar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor ».

El Espíritu de Dios está en Jesús enviándolo a los pobres, orientando toda su vida hacia los más necesitados, oprimidos y humillados. En esta dirección hemos de trabajar sus seguidores. Ésta es la orientación que Dios, encarnado en Jesús, quiere imprimir a la historia humana. Los últimos han de ser los primeros en conocer esa vida más digna, liberada y dichosa que Dios quiere ya desde ahora para todos sus hijos e hijas.

Luego viene San Pablo y traduce eso mismo a una estructura. Unos lo llamarán Iglesia, otro el acabóse. Pero no sabemos funcionar los seres humanos de otra manera. Los sueños, las ideas, la utopía requiere concretarse en algo que lo amarre, lo fije y lo haga perdurar a lo largo del tiempo y las circunstancias.

No es la Iglesia la negación del Evangelio, sino su servidora. No somos nosotros esclavos de una institución ciega, sino piedras vivas de la Iglesia al servicio del Reino de Dios.

Todos formamos parte de esta gloriosa comunidad de fe y de historia, sobre la piedra angular que es Jesús, siempre y cuando no perdamos la referencia que él nos dio: La opción por los pobres.

Y un apunte final: en Jesús vemos lo que el ser humano es capaz de vivir. No se trata de imposibles, sino de lo único que en el fondo y a la postre merece de verdad la pena: que en cada momento de nuestro acontecer permitamos que Dios se manifieste, sea Dios-con-nosotros, se anuncie la Buena Nueva, se cumpla el Reino de Dios. ¡Ojalá hoy, y muchas otras veces, podamos decir: hoy se cumple la palabra de Dios!

Música Sí/No