Natividad del Señor


Desde siglos inmemoriales la humanidad ha buscado a Dios. Lo ha hecho siempre y constantemente. Lo ha buscado en lo alto de los montes y en el fondo de las simas. Ha mirado en palacios y templos, ha esperado en momentos y situaciones desbordantes.
Desde siempre, de esta manera, los hombres y las mujeres, todos los pueblos se han inventado dioses de todo tipo: para hacer la guerra y para la paz; para las cosechas, para la fiesta y para los negocios; para el mar, para la tierra y para los cielos; para la artesanía, para la intelectualidad e incluso para la virginidad.
Esta noche sin buscar, hemos sido sobresaltados, igual que aquellos pastores que tampoco nada esperaban. Dios entra en nuestra historia. No por donde le buscábamos, no en donde nosotros queríamos ponerlo, no bajo la ropa que pretendíamos digna para tan alto ser.
Ha tomado nuestra carne. Ha hecho madre a una mujer. Se ha buscado para nacer el lugar por Él preferido: el de la pequeñez.
Dios humano, Dios pobre, Dios silencioso, Dios deseoso de agradar, Dios pequeño, Dios en el tiempo de nuestro envejecer, Dios dispuesto a aprenderlo todo, Dios no arriba en los cielos sino abajado en la tierra de nuestros avatares, Dios sencillo con una sencillez que abruma, Dios en la noche de nuestras noches negras…
Llega y se nos ofrece. Y, misterio profundo de nuestras miserias, permite que no le aceptemos. E incluso en nuestra misma negación nos redime y nos regenera.
Esta noche, hermanos, Dios nace en Belén de Judá. No importa si fue cuadra, choza o al raso bajo las estrellas; lo que importa es que es real y que cuantos lo esperaban, lo encontraron.
Permitamos que Él nos encuentre, dejemos que nos maraville, acerquémonos a su humanidad sin prejuicios, adorémosle sin forzarle, acojámosle con devoción.
Navidad es Dios tocándonos el corazón. Navidad es la vida poniendo cerco a la muerte. Navidad es Dios-con-nosotros.
Alegrémonos, en Navidad ya no estaremos jamás solos. Navidad es y será siempre.

Música Sí/No