4º Domingo de Adviento


«¿Eres tú quien me va a construir una casa para que habite en ella?». Son palabras que Dios dirige a David por su profeta Elías.
David había conseguido para su pueblo todo lo que esperó conseguir. Ya sólo le faltaba dar una morada digna al Arca de la Alianza, que durante tanto tiempo paseó por aquellas tierras bajo un simple toldo, una tienda de campaña.
Pero no era ese el plan de Dios. Dios no se deja manejar, es Él quien tiene la iniciativa. Y se la hace ver a su elegido David.
Eso mismo, traducido para nosotros, vendría a decir: “¿Eres tú el que va a construir la casa fraterna del Reino?”
Como para David, también para nosotros, es un esfuerzo que queda más allá de nuestras posibilidades.
Pero no por ello debemos dejar a un lado la esperanza; al contrario, que Dios no quiere hacer Él solo, que quiere contar, y cuenta con nosotros.
Lo hizo con María. Hoy lo hemos escuchado. No fue sólo María, fueron Dios y María. Dios-con-nosotros cuenta con nosotros porque es el Dios que se hace hombre. Dios se hace presente en medio de nuestra historia no a través de un milagro celestial sino en la concreción del lugar y del tiempo. Una ciudad, Nazaret. Un hombre y una mujer, José y María. Y la humanidad que, en boca de María, pronuncia su sí a la promesa de Dios. Y la promesa se hace carne. Y Dios se hace hombre.
Desde entonces el Reino ya no es el resultado del compromiso, del esfuerzo y la planificación de las mentes humanas. El Reino es cosa de Dios y se construye de otra manera. La obra de Dios se levanta en lo oscuro de la historia. El Reino es de Dios y nosotros asistimos maravillados a su implantación a través de lo pequeño y concreto de nuestra historia. Hay que abrir mucho los ojos para verlo pero ahí está. Lo mismo que se encarnó en el vientre de la doncella de Nazaret sin que casi nadie se diera cuenta, hoy se sigue construyendo donde apenas queremos mirar: en los hombres, mujeres y niños que salen de sus tierras porque ansían vivir felices; en los que se esfuerzan día a día por lograr mejores condiciones laborales, sanitarias, educativas, sociales; en los que se refugian en campos de desplazados para poder comer, y en los que se la juegan para que coman otros; en los periodistas que también exponen su vida para dar información veraz de tanto atropello y violencia; en los ciudadanos de ambos sexos que se comprometen con sus compatriotas y también sufren juicios y cárcel por defender lo que es justo. También se construye el Reino de Dios a través de quienes nos alertan de que la naturaleza entera está siendo atropellada, y que peligra nuestra subsistencia y la de generaciones futuras.
Hoy escuchamos agradecidos el saludo del ángel: “Alégrate, llena-lleno de gracia, el Señor está contigo” y queremos que se haga en nosotros, en nuestra familia, en nuestra sociedad, en nuestro mundo, según su Palabra. Hoy mantenemos alta nuestra esperanza. Este Adviento, como todos los que hemos vivido, alienta nuestra fe y fortalece nuestro compromiso. Nos hace gritar desde lo más profundo de nuestro corazón: “Ven, Señor Jesús”. Y sentimos que Jesús se hace carne también en nosotros y nos da las fuerzas para construir el Reino que él y su Padre y nosotros tanto deseamos.

Música Sí/No