Domingo después de la Natividad. La Sagrada Familia



La Sagrada Familia, en la que nació Jesús, y que se nos ofrece como modelo de convivencia humana y de fe en Dios, en lo humano resultó una historia de fracasos continuos y desde luego resulta un modelo por vía negativa para nuestros días; muchas de las circunstancias que la rodearon son un ejemplo de lo que deberíamos evitar en la medida de lo posible: familia rechazada por la propia familia, que tiene que cobijarse en los arrabales de la ciudad; el misterio de una concepción no compartida que hay que ocultar vergonzantemente; la emigración forzosa por el rechazo de la propia sangre; el hijo y su misión incomprensible para sus padres; el callado y discreto padre, la humilde y silenciosa madre; la trágica realidad de la persecución, juicio y muerte del hijo, el futuro familiar…

Hoy hay que hablar de la familia, y de la familia cristiana. Pero ¿cómo hablar de ella?; ¿qué decir de qué tipo de familia? Yo no me considero capacitado para tratar este tema, y decir algo doctrinalmente correcto.

La Iglesia tiene sobre este particular una doctrina hasta ahora inamovible que produce rechazo en los de fuera, y en los de dentro desazón y, a veces, mucho dolor.

Para quienes tienen la suerte de crecer en una familia feliz según los cánones, qué bien. Pero, ¿qué pasa con quienes no tienen esa suerte? Y cada vez son más los que caben en este segundo grupo.

Dios se nos manifiesta como una comunidad de amor; somos de su familia; estamos revestidos de su amor fecundo y entregado. Por eso tenemos que reconocer que en donde se vive el amor en común hay una misteriosa presencia de Dios. Así vivió Jesús y así creció y se llenó de sabiduría.

Que nos sirva este día para agradecer lo que tenemos, y también para revisar nuestras lagunas y para reconstruir un ámbito familiar abierto, solidario y comprometido en la edificación de una sociedad más justa y fraterna.

Música Sí/No