Domingo 5º del Tiempo Ordinario


Pedro es un hombre de fe, seducido por Jesús. Sus palabras tienen para él más fuerza que su propia experiencia. Pedro sabe que nadie se pone a pescar al mediodía en el lago, sobre todo si no ha capturado nada por la noche. Pero se lo ha dicho Jesús y Pedro confía totalmente en él: «Apoyado en tu palabra, echaré las redes».
 
Pedro es, al mismo tiempo, un hombre de corazón sincero. Sorprendido por la enorme pesca obtenida, «se arroja a los pies de Jesús» y con una espontaneidad admirable le dice: «Apártate de mí, que soy pecador». Pedro reconoce ante todos su pecado y su absoluta indignidad para convivir de cerca con Jesús.
 
Jesús no se asusta de tener junto a sí a un discípulo pecador. Al contrario, si se siente pecador, Pedro podrá comprender mejor su mensaje de perdón para todos y su acogida a pecadores e indeseables. «No temas. Desde ahora, serás pescador de hombres». Jesús le quita el miedo a ser un discípulo pecador y lo asocia a su misión de reunir y convocar a hombres y mujeres de toda condición a entrar en el proyecto salvador de Dios.
 
Todos nosotros también hemos sido alcanzados por la mirada cariñosa de Jesús. No estamos aquí por otro motivo. Y como Pedro, también nos sentimos indignos y poquita cosa. Pero confiamos tanto en Jesús, que eso no nos importa ni nos detiene.
 
Alegrémonos de que Noa, Leo y Sandra también reciban el beso amoroso del Buen Padre Dios, que hoy los va a reconocer como sus hijos entrañables, en quienes se complace.

Música Sí/No