Domingo 1º de Cuaresma


Hemos comenzado la cuaresma el pasado miércoles con el rito de la imposición de la ceniza. La Iglesia nos pide que hagamos un ejercicio de reflexión y de preparación que nos acerque a la Pascua bien dispuestos.

Cuarenta días son apenas mes y medio, pero simbólicamente expresa más tiempo, toda la vida. Así pasó el pueblo judío cuarenta años por el desierto antes de alcanzar la tierra prometida. Durante todo ese tiempo Dios caminó a su lado y el pueblo se sintió acompañado. Y aunque reconoce que su condición es ser un arameo errante, también sabe que ha progresado mucho y se ha hecho grande y fuerte; pero no olvida venir y ofrecer las primicias de su trabajo y de su cosecha al Dios que fue su sostén en las duras y en las maduras. 

Del mismo modo, Jesús, según los evangelios, estuvo cuarenta días en el desierto madurando su vida y preparándose para su actividad evangelizadora.

También de una manera simbólica, el episodio de las tentaciones concretan las dificultades por las que va a tener que pasar y las pruebas que ha de superar. Las tentaciones de Jesús en el desierto expresan que también él tuvo que aprender a hacerse mayor, a descubrir las trampas que la vida le va poniendo al ser humano y hasta las zancadillas interesadas que bajo ofertas de gangas y rebajas, en realidad son auténticos timos.

Jesús descubre que con Dios en el centro de su vida no va a pretender que las cosas le sean más fáciles, casi milagrosas; ni será capaz de desear ejercer poder y dominio sobre nadie; ni caerá en el egoísmo vacío de gustar y gastar cuanto más mejor. En la profesión de fe en el Padre, Jesús se siente centrado y pleno. Y eso no le va a quitar el hambre, ni le asegurará no correr riesgos; tampoco un final feliz.

San Pablo, ya desde la comunidad cristiana, avisa que la palabra de Dios siempre está cerca, no sólo en los labios, también en el corazón. Y que si nuestra fe se hace constante y firme, las dificultades y las pruebas no desaparecen, pero sí nos salvaremos a pesar de ellas.

Rezamos en el padrenuestro «no nos dejes caer en la tentación» que bien puede equivaler a “haz que no nos sintamos solos cuando lleguen las dificultades, ilumínanos cuando no tengamos claro qué hacer, danos fuerzas para superar nuestra debilidad y flaqueza, convéncenos de que valemos mucho más de lo que con tanta frecuencia creemos, y conviértenos a los demás que no son enemigos sino hermanos”.

Aprovechemos este tiempo que se nos ofrece, y utilicemos los instrumentos que nos puedan ayudar: oración, ayuno y limosna.

La oración, porque sin sentir a Dios y sin hablar con él, ¿qué somos y a dónde vamos?

El ayuno, para construirnos a nosotros mismos en responsabilidad y el compromiso.

La limosna, porque si los hermanos no participan de nuestra vida, nuestra vida no puede ser ni fecunda ni bonita.

Música Sí/No