Domingo 32º del Tiempo Ordinario


Aprovechando que hoy hemos bautizado a Jorge y Álvaro, como cristianos maduros que somos todos y todas, podríamos ir diciendo las cosas importantes por las que su recién estrenado ser cristiano se va a ver o enfrentado o enaltecido. Momentos de relieve en la vida claro que los tendrán, pero serán muchos más los normales y ordinarios; por un día de domingo tendrán seis de diario, y si una jornada tiene una hora solemne, quedarán las veintitrés restantes nada aparatosas; a contrario, muy normalitas.

Viene esto a cuento de las lecturas que acabamos de proclamar en esta asamblea. En las tres más que suceder cosas, se relatan actitudes, estilos o formas de vivir.

En la primera, una viuda se muestra acogedora y solidaria, y llega a vaciar su despensa para alimentar al extraño, incluso a costa de quedar hambrienta y más pobre ella y su hijo.

En el evangelio, la viuda del templo, vive tan generosamente que no le importa vaciar su escaso bolsillo para ofrecer a Dios lo que necesita para vivir. Y Jesús resalta esta actitud frente a los que dan grandes donativos, pero siguen teniendo los bolsillos a reventar.

Y en la segunda, Jesús, Cristo, se sacrifica en favor de todos. Dios, abajado para enriquecernos a todos.
Han de saber estos niños que ser cristiano no es sólo asistir a grandes ceremonias, ni recitar solemnes confesiones. Que recibirán después de éste, otros sacramentos que la Iglesia les seguirá ofreciendo. Que tal vez en alguna ocasión serán honrados por ser miembros del Pueblo de Dios. Todo podrá ser.

Pero también deberán saber que ser cristiano, más que un título, es una forma de vivir, un estilo propio, un modo de pensar y de portarse. Son cristianos, pero no han dejado de ser personas. Ahora deberán ser buenas personas, mejores personas. Y esto quiere decir que han de tener las manos abiertas para saludar, para compartir, para dialogar, para dar, para confiar. Que sus manos deberán estar disponibles también para recibir y acoger, para ayudar y construir, para comprometerse y para romper barreras, para acercar y para abrazar.

Y esto porque lo hizo el mismo Dios, y así tenemos un ejemplo que seguir. Pero además, porque vivir así, con ese estilo, de ese modo, es un camino seguro para sentirnos felices, satisfechos de nosotros mismos y no de cuánto tenemos o podemos, confiados de sabernos hermanos y no adversarios.

Manos abiertas, y no puños cerrados, es la única manera de vivir en cristiano.

Música Sí/No