Domingo 25º del Tiempo Ordinario


Con paciencia, con tacto y con mucho cariño, Jesús se lleva aparte a los discípulos, porque ve que están liados con eso de los puestos y los honores, el mando en plaza y el figurar.
Y se para y se sienta, para darles una pequeña lección.
Eso mismo hace con nosotros, que también estamos un poco despistados, y no terminamos de entender el evangelio del cual somos depositarios y testigos autorizados.
Por ello, solemos decir más o menos esto:
- En lo de los puestos y los cargos, como ya están ocupados, que doctores tiene la santa madre iglesia, nosotros a oír, ver y callar. Y así más o menos estamos configurándonos como ovejas de este rebaño que es el Pueblo de Dios. ¿Somos ovejas dóciles, sin capacidad crítica, irresponsables e indolentes?
- O también decimos: ellos ocupan esos puestos de poder y de saber, pero yo tengo muy claro lo que quiero; que digan y sigan diciendo, que haré lo que me parezca. Y de esta manera me sitúo, nos situamos todos, en el evangelio a la medida, mi medida, y a una pertenencia a la Iglesia también muy sui géneris: sólo en la medida en que me interesa y conviene. ¿Somos autosuficientes, puramente autónomos?
- En cuanto a lo de ser como niños, ¡ojalá pudiéramos volver allá!, decimos cuando ya cargamos años. O también decimos, ¿como niños?, fenomenal, porque los niños son los mimados de la casa, los reyes de la familia e incluso de la sociedad.
El evangelio no es cualquier cosa y merece que lo apreciemos. Manejándolo a nuestro antojo, se diluye y no sirve para nada.
Hoy Jesús pone dos ejemplos, para que aprendamos de ellos:
* Él mismo, el primero que no ha venido a mandar, sino a estar a nuestra disposición. Se pone el último de todos, porque no quiere dominar, sino liberar y salvar. Solemos contemplarlo en el centro, presidiendo, ocupando la cabecera de la mesa; pero él también está arremangado, de arrodillas y lavando los pies de los demás. Mesa y servicio, desde Jesús son el símbolo y sacramento que mejor lo expresa.
* Un niño, un paria de la sociedad, un mierdecilla que sólo estaba para recados y para ser utilizado en lo que mejor conviniera. Jesús proclama que ellos, los que son nada, son los preferidos de Dios. De ellos es el Reino. Seremos sus discípulos si los acogemos tan bien como le acogeríamos a Él, porque quien acoge a los pequeños, acoge al mismo Dios.
Finalmente, por medio de Santiago nos hace saber que no debemos perdernos en luchas entre nosotros por ser más o menos, que eso no lo quiere Dios.
Y por boca de la Sabiduría nos llama a vivir confiando, porque hay quien se ocupa de nosotros, incluso aunque a nosotros no nos preocupara.
Alegrémenos de tener un Dios así.

Música Sí/No