Domingo 19º del Tiempo Ordinario


Cómo hablar de Jesús, pan de vida sin hacer expresa mención de la mesa. Y si hablamos de mesa, tendremos que hablar también de comensales.

Un pan de vida para el mundo significa que se trata de un alimento ofrecido sin restricciones ni discriminación: para todo ser humano.

Para los creyentes en Jesús, misa, mesa y masa son tres emes que no debiéramos olvidar, ni descuidar.

Ese es el encargo que nos hizo: que del mismo modo que él es pan ofrecido, también nosotros seamos pan y alimento para otros.

Lo hizo de muchas maneras y en diferentes momentos. Como cuando en aquella parábola aludió a uno a quien se le perdonó una enorme deuda y no fue capaz de olvidarse de los céntimos que le debía un compañero.
Él se ofrece a todos para hacernos solidarios, capaces de compartir y repartir: lo hizo en aquella campa donde enseñó como saciar toda hambre simplemente con que cada uno pusiera en común lo que tenía.

Acostumbrados a pensar en mí, en mis cosas, en eso quiero eso consigo, nos hemos dejado hacer egoístas, hasta el extremo no ya de no pensar en el hermano que sufre, es que ni siquiera lo vemos. Como si no existiera.

No pongamos triste al Espíritu Santo, dice San Pablo. Insiste: sed imitadores de Dios, que nos amó dándonos todo lo que tenía: su propio Hijo.

Así termina un comentario a esta liturgia un conocido teólogo, Xabier Pikaza: «Jesús, que es la Palabra de Dios, viene a presentarse como el Pan de vida para hombres y mujeres, para que ellos se “den y se coman en amor unos a otros. Así se revela la vida eterna.»

Música Sí/No