Domingo 28º del Tiempo Ordinario y la Virgen del Pilar


En nuestra Iglesia hay unas disposiciones sobre la liturgia que señalan cómo deben hacerse las cosas cuando los cristianos nos reunimos para celebrar la eucaristía. Esas disposiciones unas veces indican y aconsejan, otras mandan y obligan. La importancia de los días no está a la libre disposición de quienes celebramos nuestra fe. Hoy es el Pilar y es domingo 28º del tiempo ordinario. Bueno, pues hoy podíamos escoger entre celebrar a Nuestra Señora del Pilar (advocación particular del pueblo español) o la liturgia más universal del tiempo ordinario. Yo he escogido lo segundo, pero sin olvidar a María.
Vamos allá. La parábola del evangelio es una parábola, es decir una historieta no real para ilustrar otra historia real como la vida misma. La hemos escuchado, nos la sabemos desde siempre, al menos los más mayores, y cada uno ha intentado explicársela a su manera. ¿Qué quiere decir esta parábola en boca de Jesús? Para ser breve voy a saltarme cosas.
Dios invita a toda la humanidad a una fiesta de vida y de plenitud. No es Jesús el primero que lo anuncia, ya antes de él, toda la historia humana está orientada hacia ahí y lo han pregonado profetas de todo tipo. Vemos hoy a Isaías que así lo hace.
Hay algunos que han querido, y quieren todavía, monopolizar para ellos esa fiesta. No hace falta decir nombres, pero sí dónde se les puede localizar: son los que se apoderan de las conciencias de los demás, en la religión, en las creencias, en lo social, en lo que se debe pensar; son los que se apropian y monopolizan los bienes que son de todos; son los que se hacen fuertes y humillan y esclavizan; son los que no quieren entrar en comunión con el resto y lo quieren todo sólo con ellos y para ellos. Incluso los hay que hasta se quedan con la palabra, intentando que los demás enmudezcan, vamos ¡que nos callemos!
Pero Dios rompe esa lógica y abre la invitación, e incita a disfrutar de todo a todos, no importa si creen o no creen, si saben o no saben, si están en puestos importantes o andan trasteando en los trabajos, si estudian o descansan, etc. Está claro, no. Salió a los caminos e invitó a cuantos encontró.
O sea que todos, absolutamente todos invitados.
Y al final la sorpresa. Hay uno que no está preparado. ¿Qué pasa ahí? Ha entrado vestido de cualquier cosa, menos de fiesta.
Como es una parábola admite interpretaciones. Y cada uno da la suya, y posiblemente todas las que se den valen.
Probablemente es una llamada a la responsabilidad personal. Todos somos invitados, yo soy invitado. Pero ¿me voy a preparar o iré de cualquier manera?, ¿qué estoy dispuesto a hacer?, ¿cómo me he de presentar?, ¿con quién colaboraré?, ¿a quién tendría que ayudar?, ¿haga lo que haga o deje de hacer es igual?
La respuesta la encontramos en María, la madre de Jesús: ¡Bendita tú entre las mujeres, porque escuchas la palabra de Dios y la pones en práctica! Esto es lo que oye María a su prima Isabel embarazada cuando la visita y en boca de su hijo, Jesús, cuando la ensalza porque es fiel, cumplidora y hace lo que tiene que hacer.
Cambiarnos de traje es cambiarnos de vida, celebrar la fraternidad, entrar en la luz del Reino, comportarnos como hijos, como hermanos, y no como extraños. En un mundo en crisis económica, en el que muchos están quedando excluidos de todo, Dios nos invita a compartir el pan de cada día y de la vida, a no excluir a nadie, a buscar la solución verdadera y duradera para la crisis haciendo real en nuestro mundo la fraternidad del Reino. El banquete nos espera.

Música Sí/No