Domingo 31º del Tiempo Ordinario


Cristo y Zaqueo, por Niels Larsen Stevns. 1913. Museo de Arte Danés, Randers

Zaqueo había oído hablar de Jesús. Tenía noticias de lo que decía y hacía por las tierras de Galilea, y conocía los comentarios de la gente, posiblemente de amigos y conocidos. El hecho de saber que Jesús existía, y que era una persona que hacía cosas extraordinarias, a Zaqueo no le había influido en su vida y en sus negocios.
Tuvo que darse la circunstancia de que Jesús llegara a su ciudad, donde vivía Zaqueo. Y de que pasara cerca de donde vivía él. También, que Zaqueo tuviera curiosidad por conocerlo, y de que incluso se subiera a un árbol para poder verlo, porque era pequeño de estatura. El resto, ya lo sabemos. Jesús levanta la vista y le descubre en lo alto de la higuera, y le llama porque quiere ser su invitado.
¿Qué pasaría entre ellos dos?
El evangelio no lo dice. Sólo cuenta el principio del encuentro y el resultado final. Pero algo podremos suponer.
Encontrarse cara a cara con Jesús, aunque no se le conozca, ¿le saca a uno de su seguridad y también de su mentira? ¿Nos vemos tal como somos, sin tapujos ni disfraces? ¿La mirada de Jesús nos mete en el cuerpo las ganas de ser como él?
Todos nosotros sabemos de Jesús. Incluso estamos bautizados en su nombre. Durante muchos años hemos vivido en esta cultura que se dice cristiana. También hemos frecuentado los sacramentos de la Iglesia. Nos llamamos cristianos, seguidores de Jesús.
Pero… ¿hemos tenido un encuentro con él? Y si nos hemos encontrado con Jesús, ¿hasta dónde hemos llegado, hasta sabernos oraciones y plegarias? También el joven rico se sabía la doctrina, pero no quiso renunciar a su dinero.
Encontrarnos con Jesús ¿sólo para algunas cosas?
Zaqueo, por el contrario, dio a su vida un vuelco total.
Jesús pasa, siempre pasa a nuestro lado. Podemos perder la ocasión de encontrarnos con él, o no. Zaqueo la aprovechó. Y su vida cambió, y bien radicalmente. Zaqueo se salvó y seguro empezó a ser feliz de verdad.
Ojala podamos decir también nosotros como Zaqueo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa». Es seguro que ya no seremos los mismos de antes, porque Jesús ha entrado en nuestra vida.


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