Domingo 23º del Tiempo Ordinario


En cualquier actividad, económica o social, nos movemos por los números. Estadística, se dice. Según esto, aquello que tiene muchos usuarios, es bueno, y triunfa. Y lo que tiene pocos, no es bueno y hay que desecharlo.
 

En la Iglesia también existe esa manera de considerar las cosas. Lo que importa, parece, es que haya bautizos, cuantos más mejor. Y primeras comuniones, y bodas, porque así veremos todos que estamos en la verdadera iglesia, y que la razón nos asiste. El número es nuestra fuerza.

Jesús no parece estar por esta manera de considerar las cosas. Cuando ve que le sigue mucha gente, va y les dice que se lo piensen bien, porque no es cualquier cosa ser discípulo suyo y estar por el Reino. Ese Reino es tan especial que hay que ponerlo por encima de todo:


- antes que los condicionamientos familiares y sociales;
- antes que el propio interés;
- por delante del dinero y de cuanto tengamos acumulado.


Y ante la dificultad de hacer esto, Jesús avisa que hay que pensárselo, que es una decisión que conviene reflexionar y no tomar a la ligera. Porque pudiera ocurrir que no pudiéramos llevarla adelante porque nos hemos precipitado al calcular nuestro convencimiento o nuestras fuerzas.


Pero, Jesús no trata de meter miedo a nadie. Tampoco quiere echarnos fuera pidiéndonos un imposible. Así pudiera sonar eso de odiar a la propia familia.


A veces ocurre con el evangelio que lo entendemos literalmente. Como entendido así parece descabellado, hacemos como que no lo oímos, y, aunque contestemos Palabra del Señor, no terminamos de aceptarlo.


A estas palabras del evangelio se las ha dado muchas explicaciones. Como si quienes debemos comentarlo tuviéramos un conocimiento especial, y estuviera en nuestra mano su sentido cierto. Pero no es así.


Jesús habla a toda la gente, pero habla también a cada persona. Lo que dice a todos, cada quien ha de recibirlo por sí mismo. De modo que con estas palabras Jesús está diciéndonos a cada uno de nosotros qué le pide para considerarlo discípulo.


Nos toca escucharle, entenderle, dialogar con él, y tomar una decisión, que siempre será personal, propia e intransferible.


Y hacerlo confiando en él, que nos asegura que si dejamos todo por el Reino, lo ganaremos todo redoblado.

Música Sí/No