Domingo 6º de Pascua


     Hoy celebramos la Pascua del Enfermo. Si es cierto que creemos que el Señor Jesús resucitado está presente en nuestra vida y en nuestras celebraciones de la fe, también lo es que, en ocasiones, la enfermedad nos induce a plantearnos dudas y sentimos el silencio y la ausencia de Dios. A pesar de ello, Dios está en el centro de nuestra vida y Él nos ha reunido y convocado para guardar su Palabra y amarle en la verdad. El aprecio y cariño hacia los enfermos es el mejor exponente de nuestro amor en la verdad. La práctica cristiana del amor es el signo más claro y evidente de nuestra pertenencia a la Iglesia de Jesús.

     Los cristianos debemos mostrar con toda claridad que somos otros cristos para nuestros hermanos. Ese es el mensaje pascual, cuando Jesús dijo a los suyos que no les dejaría solos y que el único modo de mostrar que eran sus discípulos era la práctica del amor unos hacia otros.

     Si él no pasó de largo ante ningún enfermo, al contrario, avanzó aproximándose a ellos y no tuvo sólo palabras, sino sobre todo gestos de curación y salud, nosotros deberemos ser especialmente cuidadosos y no pecar de indiferencia, miedo o lejanía hacia quienes, porque sufren en su cuerpo y en su espíritu, son los predilectos del Padre bueno y los bienaventurados del Reino.

     Que el Reino está próximo se mostrará en que, con nuestro convencimiento encarnado en acciones solidarias y fraternas, los enfermos de nuestra comunidad y de nuestro entorno son auxiliados y acogidos, visitados y confortados, alegrados y acompañados.

     Hoy se hace necesario evangelizar la cultura actual de la salud ofreciendo un modelo de salud más fiel a los valores evangélicos y una iluminación ética de los problemas sanitarios. Nuestro modo de estar en el mundo, de vivir en esta sociedad, nos está reclamando colaborar, desde la inspiración del Evangelio, en la promoción de una cultura de la salud más atenta a todas las dimensiones del ser humano y más abierta a su salvación definitiva.

     No sólo los profesionales de la sanidad, que en su mayoría nos dan tan edificantes ejemplos, sino especialmente los familiares y vecinos de las personas enfermas hemos de estar atentos a esa pascua de vida que sucede a nuestro lado, porque en la debilidad humana se muestra la fuerza de Dios que nos reviste del mayor grado de dignidad que podemos acoger. La persona que sufre quebranto en su salud merece toda nuestra atención y un trato, más que exquisito, samaritano.

     Ni descuido, ni ensañamiento terapéutico. Amor solícito y constante.  Caridad, sin la cual nada somos, que es el mejor revestimiento que como comunidad de Jesús estamos obligados a vivir.

Música Sí/No