Domingo 3º del Tiempo Ordinario


Después del bautismo, Jesús desaparece. Dicen los evangelios que Juan, su primo, el Bautista, había sido arrestado por Herodes. Y de repente surge Jesús ya en plan protagonista. ¿Fueron así las cosas? Posiblemente no; sólo se trata de concretar en un hecho lo que tuvo que ser un largo proceso. Y como es natural, un proceso de dudas, pasos adelante y atrás, discusiones y hasta tensiones.
Jesús seguramente en la convivencia con las gentes de su tierra, fue madurando su persona, su fe, su concepción de Dios y de su voluntad y se fue haciendo progresivamente consciente de lo que debía ser su vida. Y en ese desarrollarse su vida contaban los demás. Así seguramente se fue haciendo con un grupo de seguidores, que se le iban adhiriendo convencidos y atraídos por su persona, por el Dios que expresaba y por el Reino como sueño de plenitud sobre todos los seres humanos, empezando por los de la propia tierra.
Los primeros que se le juntaron fueron sus paisanos, gentes de mar, pescadores de Tiberíades. Y desde esa misma realidad se apoya para proponerlos como pescadores de hombres.
Seguir a Jesús no es sólo estar con Él y junto a Él. A veces se ha insistido demasiado en ese aspecto devocional-afectivo, que será criticado por el mismo Jesús cuando se lo propone Pedro en el Tabor.
Seguirle va más a pensar como Él, sentir como Él, actuar como Él.
Y lo que entraña estar junto a Jesús supone tal novedad, suscita tanta ilusión, atisba una realidad nueva de proporciones tan inmensas que lo natural es que quien le siga se vaya transformando de tal manera que se convierta en otra persona; no es sólo cambio de costumbres, no sólo cambio de ideas, es también cambio en el corazón.
Jesús no fue ni rabino en su cátedra, ni sacerdote en su templo. Fue un profeta siempre en camino. Y quienes le siguen caminan como Él. Y eso no se hace en un día; implica la vida entera.
Escuchar a Jesús, oír su Buena Nueva, atender a su llamada significa despertar la confianza en Jesús, reavivar nuestra adhesión personal a él, tener fe en su proyecto, identificarnos con su programa, reproducir en nosotros sus actitudes… y, de esta manera, ganar más personas para su proyecto.
Para nosotros queda el preguntarnos si el Evangelio, seguir a Jesús, es una auténtica buena noticia o un código de pesadas normas que cumplimos aterrorizados por la posibilidad de un castigo eterno. Si es lo segundo, es que posiblemente todavía no hemos descubierto en Jesús el rostro misericordioso y lleno de ternura del Dios que es amor y que no puede ser otra cosa que amor.

Música Sí/No