Domingo 25º del Tiempo Ordinario


Esta parábola que utiliza Jesús en el Evangelio se puede entender en diversos sentidos. El más utilizado es el económico: ¿el mismo sueldo para quien trabaja más y para quien trabaja menos? Y ante la queja de los trabajadores de jornada completa se concluye que Dios es generoso y es justo: no hace injusticia a quien trabaja más porque le paga lo convenido.
Sin embargo yo creo que tiene otro significado más profundo y al que apuntan los comentarios más recientes.
En tiempos de Jesús, el sistema religioso estaba basado en la práctica del mérito y la paga. Ante Dios uno se situaba cumpliendo los mandamientos y demás normas religiosas, y esperaba ser recompensado y pagado de acuerdo a este cumplimiento.
De esta manera los sacerdotes de entonces, los escribas y fariseos presumían de ser estrictos cumplidores de la ley de Dios, frente al resto de pueblo, ignorante, que no lo hacía tan bien como ellos. Por supuesto, los extranjeros y paganos, ésos todavía menos.
La lección de Jesús en esta parábola es que Dios tiene unos caminos que no coinciden con los caminos humanos. Él es Dios de todos, de los que creen mucho y muy bien y de los que creen menos y a medias, de los creyentes de siempre y de los creyentes de última hora, de los que tienen fe y de los que no la tienen, de los que tienen nuestra fe y de los que creen de otra manera. Para el Abba de Jesús, todos somos hijos y a todos dispensa el mismo trato. Y la paga que recibiremos todos, -que ya la estamos recibiendo-, es su amor incondicional y sin medida.
La lección que hoy debemos todos aprender es que toda persona tiene dignidad de “hijo de Dios”, crea en lo que crea, practique lo que practique, venga de donde venga. Y que si queremos estar en sintonía con lo que vivió y predicó Jesús no podemos cerrarnos a nada ni a nadie, porque todo está soportado por el inmenso amor de Dios.
No siempre ha sido así entre nosotros, muy dados a excluir a los diferentes. Y tendremos que aprender a mirar con los mismos ojos de Dios, para quien no hay ya ni amo ni esclavo, ni judío ni pagano, ni paisano ni extranjero. Así estaremos llenando de sentido la celebración de la Eucaristía, la mesa grande que Dios dispone para todos y en la que nadie sobra, al contrario es bienvenido.

Música Sí/No