Domingo 23º del Tiempo Ordinario


Como en otras ocasiones, hoy hay que empezar por el final para entender el conjunto y darle un sentido verdadero. Las palabras de Jesús, «donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» son el principio y la razón de ser de lo que somos. Es cierto que nuestra fe es personal, de cada uno, pero no somos nada sin la suma de quien no sale nunca en la foto, Jesús, que exige que seamos comunidad. Jesús es el que nos hace hermanos, el que en medio de nosotros nos conforma como comunidad eclesial. En su nombre nos reunimos y nuestra fuerza se multiplica y potencia hasta límites insospechados. En su nombre la comunión eclesial se hace posible más allá de las distancias geográficas, lingüísticas o culturales. Tareas que pueden parecer imposibles para la suma simple de fuerzas de los miembros de la comunidad quedan al alcance de la mano. La comunidad reunida en el nombre de Jesús es creadora de vida y esperanza para todos los que la forman y para los que de cualquier forma entran en contacto con ella.
Desde esta realidad comunitaria hay que entender la tarea del profeta que vigila y está atento a los peligros que acechen a la comunidad y cada uno de sus miembros. Tarea imprescindible e irrenunciable. Primera Lectura.
Desde esta realidad eclesial se realiza la corrección fraterna, que no es optativa, sino obligatoria, porque no sólo defiende a la propia comunidad, sino que la constituye y reafirma. Evangelio.
Desde esta realidad cristiana tiene sentido vivir en el amor, que es consecuencia de la fe, pero que es también origen y constituyente de la vida comunitaria. Segunda Lectura.
Tema éste, la comunidad que formamos los que creemos en Jesús y en su nombre nos reunimos, que debemos estudiar con cariño y dedicación para que nuestra vida cristiana se desarrolle adecuadamente.

Música Sí/No