Domingo 27º del Tiempo Ordinario


¡Hay que acabar con ellos y con la situación que han originado! O: ¡Así somos desde siempre, nunca cambiaremos! Y también: Puesto que así son las cosas, aprovechemos cuanto podamos, no vamos a ser menos.
¡Vaya panorama en nuestro, luego de saber cómo manejaron los dineros de todos quienes debieron ser vigilantes diligentes y creímos honrados y cabales!
Indignación, cabreo, exigencia de responsabilidades y también frustración y derrotismo. Esto por resumir en pocas palabras los sentimientos que nos embargan desde hace ya un tiempo. Los que eran depositarios de la confianza común, se han burlado de la buena fe de un pueblo entero.
Jesús narra una parábola a los sumos sacerdotes y a los senadores del pueblo. Usa una antigua y muy querida expresión para los judíos: la viña que cantara en su poema el profeta Isaías. La reacción de quienes le escuchan es similar a la nuestra: ¡Hay que acabar con esta situación! Ni por un momento pensaron que ellos estaban retratados.
Deberíamos sentir escozor pensando que también nosotros podríamos tener la actitud de quienes se apoderan de lo que no es suyo y llegan a la mayor violencia, aunque sea interiormente.
¡Qué fácil es creer que es propio lo que nos es dado! ¡Qué fácil es pensar que la cosecha nos pertenece, por haberla trabajado, cuando no tendríamos fuerzas, ni tierra que cultivar, si no se hubiera recibido el don de la salud y de los bienes!
Vivimos de tal manera irreflexiva que no pensamos que también nosotros, urgidos por lo que está a nuestro cargo, llegaríamos a robar, incluso a matar por avaricia, orgullo o ansias de poder.
Sí, Dios debería volver a arrasar la tierra y hacerla de nuevo. Y poner en nuestro lugar a quien inspire confianza y entregue los frutos a su tiempo.
En tiempos de Isaías y en palabras de Jesús la lectura del poema de la viña era una llamada a la reflexión y a la conversión, no sólo del pueblo todo sino también y especialmente de las autoridades; hoy es palabra que Dios nos dirige personalmente en una seria llamada a cambiar nuestra mirada para empezar a mirar las cosas y las personas y los pueblos con su misma mirada. Porque lo que Dios quiere nos lo dice San Pablo en la segunda lectura: «La paz de Dios, que sobrepasa todo juicio, custodie vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. Y todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable, laudable; todo lo que es virtud o mérito tenedlo en cuenta».
Es otra manera de decir: practiquemos el derecho y la justicia que llevan a la paz; eso es lo que quiere Dios.

Música Sí/No