Domingo 16º del Tiempo Ordinario


Hemos oído a Jesús narrar estas tres parábolas, sencillas historias con las que nos alecciona a los cristianos de todos los tiempos y nos enseña cómo somos, cómo es nuestra historia humana y cómo es Dios.
Por poco reflexivos que seamos, nos sentiremos reflejados en estas hermosas parábolas. Somos trigo y cizaña, hay en nosotros mezcla de bondad y maldad, de sentimientos buenos y perversos, dulces y agrios al tiempo. Y no podemos separarnos, como tampoco podemos separar a los otros. Así somos y así es nuestro mundo y nuestra gente.
Pero Dios es paciente. No sólo no tiene prisa en hacer las cosas, es que tampoco quiere ser tajante y llevar su juicio hasta las últimas consecuencias de condena.
La justicia y la fuerza de Dios no están en la línea del castigo sino de la enseñanza y de la indulgencia hacia todos los pueblos, para que le descubran a él como al único Dios salvador.
La paciencia de Dios con los hombres y los pueblos de la primera parábola llena de sentido a las otras dos. Dios es paciente, y nos enseña a cargarnos de paciencia:
- Paciencia para no emitir juicios prematuros e impedir que nos arrastre la cultura de las prisas.
- Paciencia para no perder del todo el miedo a equivocarnos.
- Paciencia frente a una realidad tozuda que se resiste a cambiar, y que va a necesitar mucha reflexión e insistencia.
- Paciencia para descubrir el ritmo de la vida, y nos haga ser al mismo tiempo justos y humanos.
- Paciencia, porque los esfuerzos, por intensos y persistentes que sean, siempre serán pequeños, como el grano de mostaza.
- Paciencia, porque nada de lo que hagamos se perderá, sino que como la levadura sobre la masa, terminará por fermentar y realizar su obra.
En nuestra sociedad, -y también en la Iglesia-, han existido siempre intentonas de resolver los conflictos con la erradicación de los otros, como si se tratara de una película de buenos buenos y malos malos; estas tres parábolas están enjaretadas así precisamente para prevenir contra un juicio apresurado de condena irremediable, y orientar siempre el juicio hacia la comprensión, la indulgencia y el respeto ante cualquier otro modo de pensar y de obrar. Es decir, ser pacientes y misericordiosos como Dios, el Señor, es paciente con nosotros.

Música Sí/No