Domingo 4º del Tiempo Ordinario

Llama la atención, tras la escucha del evangelio de hoy, ver cómo los paisanos de Jesús en Nazaret pasan de la admiración al desprecio, de la alegría a la furia y de la aclamación a la persecución. En muy poco espacio de tiempo Jesús se convierte en un estorbo, un objetivo a destruir, luego de ser tan esperado por sus signos y prodigios. Y el evangelista Lucas pone mucho detalle en manifestar que esto ocurrió justo desde el principio.
¿Cómo pudo ser esto, por qué sucedió?
Humanamente es comprensible. Social e institucionalmente era necesario. Jesús presenta ante su gente un Dios que pide una revolución; no sólo cultural, sobre todo religiosa y personal. Y eso nadie lo quería; ni los detentadores del poder, ni los acostumbrados a un orden que les parecía cómodo y eficaz.
Los profetas están bien de vez en cuando. Nos sacan de la rutina, son esas voces frescas que ponen la vida en movimiento, y por unos instantes señalan aquello que al final del todo ansiamos alcanzar o llegar a ser. Sin embargo, al poco molestan y queremos olvidarlos. Y si insisten, les ridiculizamos y les hacemos la guerra. Son los perros flauta, unos cantamañanas para nuestra vida acomodada.
Jesús habla en nombre de Dios, como profeta consagrado desde el seno materno. Y su mensaje no parece religioso, sino que lleva la simpleza de lo más humano: lo que hace sufrir a las personas, lo que es más injusto a los ojos del Dios que nos quiere a todos porque sí.
Aquel día Jesús no habló de cómo reforzar la religión, ni engrandecer el culto, ni hacer más eficaces las prácticas de piedad. Llamó a los seres humanos sufrientes los predilectos de su Padre. Sacó el Evangelio, la Buena Noticia, del corsé sagrado y lo puso en medio de la vida. Anunció a Dios entre los asuntos y negocios, ahí donde se trajinan nuestros esfuerzos de cada día.
El profeta es la persona que acerca a Dios a lo más nuestro. Que nos dice que Dios grita en todo grito humano. Que nos muestra que a Dios nada le es indiferente. Y que lo que hagamos contra quien sea, contra Dios lo hacemos. Profeta es quien muestra en lo humano el amor sin cortapisas, condiciones ni tergiversaciones.
Los cristianos debemos recuperar nuestra condición profética. La Iglesia entera ha de volver sobre el evangelio para revestirse de la novedad y frescura de Jesús. Todos, al recordar nuestro bautismo, necesitamos caer en la cuenta de aquellas palabras solemnes: «Seréis bautizados con Espíritu y fuego» para «anunciar el Evangelio a los pobres», la libertad a los esclavizados.

AVISO: En solidaridad con toda la gente que sufre el hambre en el mundo, Manos Unidas nos propone, el viernes día 8, como día del ayuno voluntario. La colecta para la campaña contra el hambre, se hará en las misas del sábado 9 y el domingo 10.  A ver si somos capaces de privarnos de comer o de comprar alguna cosa de la que podemos prescindir para aumentar esta colecta.

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