Domingo 1º de Adviento

 
El domingo pasado ya avisé que hoy cambiábamos de escenario. La liturgia nos propone empezar un nuevo ciclo. Y el primer paso que nos ofrece es el tiempo de Adviento.

Adviento es como la overtura de las obras sinfónicas, que en unos breves compases adelanta lo más significativo de lo que luego se va a escuchar con más detalle.

En esta magna obra que vamos a tener la suerte de ejecutar, interesa que ajustemos los instrumentos, para no desafinar; que estudiemos la partitura para no salirnos del conjunto, y que extrememos nuestra atención para que cuando nos corresponda intervenir a nosotros seamos exactos al momento.

Según las palabras de Jesús, el Señor nuestro Dios se hará presente en nuestras vidas, pero aconseja estar alerta y vigilantes, porque puede que venga al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer.

No es que Dios juegue al escondite con nosotros. Ni es su estilo ni pretende ponernos las cosas difíciles. Es más bien que nuestra condición es así de inconstante y poco previsora. Por eso necesitamos hacer ejercicio previo, ponernos en forma, entrar en el gimnasio y muscular.

Al hilo de esas palabras de Jesús, seguiremos cada domingo de los cuatro que constituyen el adviento dando un paso adelante, subiendo un peldaño en la escalera que nos acerca a Navidad.

La corona de adviento que ya es tradición entre nosotros servirá de guía visual y de termómetro individual en esta preparación.

La primera vela, corresponde al “atardecer”, en cuyo momento solemos hacer evaluación del día que está para acabar. Es entonces cuando miramos el bolsillo y comprobamos el dinero que queda tras los gastos realizados, miramos el frigo y observamos cuánto se ha consumido en casa, miramos nuestra agenda y tachamos lo realizado y subrayamos en rojo lo que queda pendiente, y, en fin, ponemos al día en ganancia o en pérdida.

Su nombre es “Haciendo balance”. Hagámoslo, pues.

A tener en cuenta:

1. En manos de quién estamos: “Tú, Señor, eres nuestro padre, tu nombre de siempre es «Nuestro redentor»”, hemos escuchado al profeta. Dios ha hecho por nosotros todo lo que estaba en su mano. Es nuestro alfarero.

2. Qué somos: arcilla en las manos de Dios. Lejos de Él nos marchitamos y nuestra justicia es papel mojado.

3. En el Cristo hemos sido enriquecidos en todo: en el hablar y el saber.

4. Dios os llamó a participar en la vida de su Hijo, Jesucristo Señor nuestro. ¡Y Él es fiel! Con estos datos hemos de convenir en que la esperanza es la virtud que más nos asiste al iniciar el Adviento.

Música Sí/No