Domingo 33º del Tiempo Ordinario


Con unos textos bíblicos duros de roer y que han propiciado a lo largo de la historia las más variadas y variopintas escenas del final del mundo, la liturgia nos sitúa ante lo que celebraremos el próximo domingo, la festividad de Jesucristo rey del universo. No esperéis que hable de cataclismos y caídas de estrellas, aunque Jesús, utilizando el lenguaje apocalíptico, lo cite ante las preguntas de sus contemporáneos, muy preocupados por el futuro ante la dura realidad que estaban viviendo.
Aunque actualmente también se anuncien cosas extraordinarias para acabar con la angustia y la zozobra que la crisis económica y de todo tipo está produciendo entre nosotros, nosotros debiéramos atender a tres frases que me parecen especialmente significativas en estas lecturas de hoy.
La primera es de la carta a los Hebreos: “Donde hay perdón, no hay ofrenda por los pecados”.
Jesús dice en el evangelio de Marcos las otras dos: “Mirad los brotes que ya le apuntan a la higuera”, y “El día y la hora sólo lo sabe el Padre”.
En síntesis y resumen, dicen lo siguiente: En todo momento nuestra vida -todas las vidas, toda vida- está habitada por Dios; en lo bueno y en lo malo. No es él la causa ni de lo uno ni de lo otro, sino la fuerza interior que nos ayuda a sobrellevarla, a celebrarla, a sufrirla, a superarla. Todo pasará, pero todo quedará, porque esa savia que corre por nuestro interior es fuerza divina.
Vivamos en esperanza y decisión, ahí están esas yemas de la higuera a punto de reventar.
Vivamos confiadamente en el amor; estamos redimidos, no hace falta asegurarnos un futuro que ya nos ha sido dado.
Vivamos en libertad y compromiso, haciendo del momento que vivimos Reino de Dios, donde los que lloran, los que pasan hambre, los perseguidos por causa de la justicia, los pobres y los limpios de corazón sean los preferidos y los bienaventurados.
Lo que no está en nuestras manos, está en las manos de Dios.
La Iglesia está en las manos de ambos, de Dios y de todos nosotros. Hoy es el día de la Iglesia Diocesana. Desde ella hacemos un mundo mejor, estoy convencido plenamente. A pesar de sus enormes fallos, tiene también en su haber grandes logros. Somos todos nosotros, la formamos una multitud; es nuestra alegría y nuestra corona. Corre a cargo del Espíritu y de nuestra fe y compromiso. Considerarla nuestra, construirla y mantenerla entre todos, y orar con ella y desde ella nos configura como discípulos y discípulas de Jesús.
Tengamos bien seguro que Cristo siempre estará con su Iglesia, que la Iglesia siempre estará al lado de Cristo.

Música Sí/No