Domingo de Ramos


Tres posibilidades se nos ofrecen para estos días de Semana Santa: estar con los verdugos, ser del grupo de los espectadores curiosos, o permanecer junto a María al pie de la cruz donde pende Jesús. Pero no olvidemos que en la Pascua Dios sale victorioso en favor de todas las víctimas.


La segunda parte de esta celebración se centra en el relato de la Pasión según San Mateo. Escuchamos con respetuoso silencio, notamos el alto grado de intolerancia que significa el proceso de Jesús por las instancias religiosas, políticas y sociales de Jerusalén, y descubrimos en Jesús a todas las víctimas de la injusticia y del fanatismo humano.
Antes escuchamos el tercer Canto del Siervo del profeta Isaías y el Himno Cristológico de la Carta a los Filipenses.


Tras la escucha atenta y piadosa de estos textos que nos hablan del misterio terrible del mal y de la acción de Dios en favor nuestro, y en tanto esperamos anhelantes la llegada de la Pascua como triunfo del Dios de la vida sobre la muerte que nos amenaza, nosotros, espectadores de la pasión de Jesús, pero también fieles discípulos suyos, asumimos nuestra condición de salvados por un Amor que nos sobrepasa, nos redime y nos justifica por nuestra adhesión, mediante la fe en nuestro Señor Jesucristo como Hijo y Enviado del Padre con la fuerza del Espíritu, al Dios que nos sacó a la existencia y nos llama a participar de su gloria.

En comunión con la Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica, expresemos nuestra fe, la que recibimos en el Bautismo y nos constituye en Asamblea Santa, Pueblo de Dios, Comensales de esta Mesa de la Eucaristía:

-¿Creéis que Dios levantó por encima de todo a Jesús y le concedió el nombre por el que somos salvados?

-¿Creéis en el nombre de Jesús, dobláis la rodilla sólo ante su nombre, confesáis que sólo Jesús es el Señor de la vida, el Señor de la historia, el Señor del universo?

-¿Creéis que la gloria de Dios se expresa en la vida del ser humano; y que nuestra vida se hace plena en Dios?

-¿Creéis que estáis elegidos para tener la misma mente y el mismo corazón de Cristo Jesús, que siendo de condición divina no la retuvo ávidamente; sino que, amor al Padre y a todos los seres humanos, se humilló en nuestra carne?

-¿Creéis que estáis ungidos como siervos de Dios y servidores de los demás, confiando en la fuerza de Jesús?

-¿Creéis que sois llamados a ser obedientes a Dios hasta la muerte, asumiendo vuestra parte de los sufrimientos de la cruz por otros que viven en el mundo?

Esta es nuestra fe. Esta es nuestra esperanza y salvación. Pedimos la fuerza del Espíritu de Dios mientras seguimos el camino de la cruz esta semana con Jesús, que es Señor, para gloria de Dios Padre. Amén.

Música Sí/No