Domingo 18º del Tiempo Ordinario


Dicen que estamos en tiempos de crisis. Los informativos de la televisión, de la radio, los periódicos, todos nos hablan de que se avecina una crisis alimentaria. A primera vista, podemos pensar que nuestro mundo, nuestro planeta, no va a ser capaz de producir alimentos para todos.
Y una vez más el hambre se va a extender por unos cuantos países. Como siempre, casi seguro que a África le va a tocar la peor parte. La conclusión es muy posible que, desgraciadamente, se haga cierta. Lo dice hasta el Banco Mundial. El hambre va a llegar.
Pero no es cierto el punto de partida. No es cierto que nuestro planeta no sea capaz de producir alimentos para todos. La verdad es que los precios están subiendo fruto de la especulación y de que los países ricos, una vez más, están -estamos- acumulando. Necesitamos más energía para el desarrollo. Queremos consumir más -mucho más de lo que en verdad necesitamos.
Por eso sube el precio del petróleo, de los fertilizantes, de los abonos, de los transportes. Y para colmo, a alguien se le ha ocurrido que los bio-combustibles -gasolinas hechas a partir de vegetales- pueden ser la solución a la escasez de petróleo. Como consecuencia, se destinan menos tierras a producir alimentos y suben sus precios.
Los pobres son los que más sufren. Siempre ha sido así. Por eso, las lecturas de este domingo cobran más actualidad que nunca. El profeta Isaías pone en boca de Dios mismo palabras que prometen vida y abundancia para todos, incluso para los que no tienen dinero. El camino es escuchar su Palabra. Ahí está la vida. La solución, una vez más, no es el mercado, dejar la sociedad en manos de los que sólo quieren hacerse ricos.
Jesús pone en práctica la profecía de Isaías. La gente le sigue, le escucha, le hace caso. Junto a Él las cosas se parten y se reparten, nadie pasa necesidad. Se diría, con el símil de los domingos anteriores, que el Reino de Dios que predica Jesús se parece mucho a un grupo de gente que comparte lo que tiene
Jesús no solucionó el problema del hambre; nos dejó unas pautas de vida ética y humana. Si creemos en el Reino, si hacemos nuestras sus exigencias y valores, tenemos en nuestra mano la solución para arreglar este mundo injusto y cruel, en el que aún hoy día el hambre mata millones de seres humanos.

Música Sí/No