Cristo y Zaqueo, por Niels Larsen Stevns. 1913. Museo de Arte Danés, Randers |
Zaqueo había oído hablar de Jesús. Tenía noticias de
lo que decía y hacía por las tierras de Galilea, y conocía los comentarios de
la gente, posiblemente de amigos y conocidos. El hecho de saber que Jesús existía,
y que era una persona que hacía cosas extraordinarias, a Zaqueo no le había
influido en su vida y en sus negocios.
Tuvo que darse la circunstancia de que
Jesús llegara a su ciudad, donde vivía Zaqueo. Y de que pasara cerca de donde
vivía él. También, que Zaqueo tuviera curiosidad por conocerlo, y de que
incluso se subiera a un árbol para poder verlo, porque era pequeño de estatura.
El resto, ya lo sabemos. Jesús levanta la vista y le descubre en lo alto de la
higuera, y le llama porque quiere ser su invitado.
¿Qué pasaría entre ellos dos?
El evangelio no lo dice. Sólo cuenta
el principio del encuentro y el resultado final. Pero algo podremos suponer.
Encontrarse cara a cara con Jesús,
aunque no se le conozca, ¿le saca a uno de su seguridad y también de su
mentira? ¿Nos vemos tal como somos, sin tapujos ni disfraces? ¿La mirada de Jesús
nos mete en el cuerpo las ganas de ser como él?
Todos nosotros sabemos de Jesús.
Incluso estamos bautizados en su nombre. Durante muchos años hemos vivido en
esta cultura que se dice cristiana. También hemos frecuentado los sacramentos
de la Iglesia. Nos llamamos cristianos, seguidores de Jesús.
Pero… ¿hemos tenido un encuentro con él?
Y si nos hemos encontrado con Jesús, ¿hasta dónde hemos llegado, hasta sabernos
oraciones y plegarias? También el joven rico se sabía la doctrina, pero no
quiso renunciar a su dinero.
Encontrarnos con Jesús ¿sólo para
algunas cosas?
Zaqueo, por el contrario, dio a su
vida un vuelco total.
Jesús pasa, siempre pasa a nuestro
lado. Podemos perder la ocasión de encontrarnos con él, o no. Zaqueo la
aprovechó. Y su vida cambió, y bien radicalmente. Zaqueo se salvó y seguro
empezó a ser feliz de verdad.
Ojala podamos decir también nosotros
como Zaqueo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa». Es seguro que ya no
seremos los mismos de antes, porque Jesús ha entrado en nuestra vida.