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Domingo 32º del Tiempo Ordinario


Cuántas veces y cuántas personas se acercaron a Jesús a preguntarle si todo lo que predicaba se iba a cumplir pronto. Veían que junto a él las cosas parecían muy bonitas y muy fáciles: los enfermos quedaban sanos y acompañados; los tristes volvían a reír; los pobres, tal vez siguieran siendo pobres, pero ya no padecían necesidad ni ansiaban riquezas; los despreciados, eran acogidos; los perseguidos, dejaban de huir y de esconderse; las mujeres, ocupaban puestos de responsabilidad y de respeto; los esclavos dejaban de serlo, y los amos eran quienes servían con diligencia.

Todo un mundo al revés, que Abba Dios ponía al alcance de cualquiera.

Pero en cuanto se separaban de Jesús, las cosas volvían a ser como antes, porque la sociedad aún no había descubierto la novedad del Reino de Dios.

Jesús también empezó a entender que las cosas iban mucho más despacio, que el Reinado de Dios llegará cuando sea su momento. Y que mientras tanto, hay que trabajar en el día a día, como la levadura dentro de la masa sin notarse, como el grano de trigo bajo la tierra pudriéndose. Como quien en el estudio o en el trabajo, no aprecia casi el resultado de su esfuerzo, y espera que al final todo tenga un resultado suficiente. San Pablo nos dijo en cierta ocasión que igual que el deportista tiene que entrenar en el gimnasio para luego correr en el estadio y alcanzar la meta, los cristianos hemos de estar en plena forma para poder caminar tras Jesús y no perder el paso.

Ser sabio no es sólo saber cosas, también es tener paciencia, estar atento y preparado

, ser constante y conservar/aumentar la alegría y la esperanza.

Los discípulos de Jesús no podemos sentarnos a esperar que las cosas mejoren por sí mismas; vivir despreocupados no va con nosotros. Que trabajen los demás, no pertenece al estilo de Jesús, que no se durmió ni cayó en la rutina y el aburrimiento, sino que se empleó tan a fondo, que se gastó del todo por los demás.

Igual que cuidamos nuestras cosas para que siempre estén en buen uso, así debemos cuidarnos a nosotros mismos, porque en cualquier momento de la vida Dios sale a nuestro encuentro para pedirnos que actuemos y demos de los que somos y tenemos.

Eso es labor de mantenimiento. No nos descuidemos. Porque si nos oxidamos o atascamos como seres humanos y como cristianos, cuando llegue el momento no sabremos qué hacer ni qué decir.

Encender cada domingo nuestra fe rumiando las palabras de Jesús y comulgando vitalmente con él es seguramente la mejor forma de estar en forma.

DOMINGO 32º del Tiempo Ordinario. Festividad de la Dedicación de la Basílica de Letrán


Explicar por qué hay que celebrar la dedicación = consagración (inauguración) de un templo que está en Roma. Roma es el lugar de referencia de nuestra Iglesia total. El Primado en la caridad que une y afirma a todos los cristianos.
Qué oportunidad nos ofrece esa fiesta: hablar del templo de piedra y del templo de carne viva que somos todos los cristianos.
El templo de piedra es este en el que estamos. Lo hemos hecho con muy poco dinero y mucho esfuerzo, para que todos podamos reunirnos en él a celebrar nuestra fe, cada día, cada domingo, en cada sacramento que se administra y se recibe. Siempre para reafirmar nuestra fe y también para alabar al Abba de Jesús.
El templo de carne viva que somos cada uno de nosotros y todos juntos es bien claro: el Espíritu de Jesús que llegó a nosotros en nuestro Bautismo nos habita y nos convierte en templo suyo. Por tanto, vayamos donde vayamos, hagamos lo que hagamos, Él va con nosotros, y hace lo que nosotros hacemos y hasta piensa con nosotros cuando pensamos. Y es importante que caigamos en la cuenta de ello, porque si somos muy conscientes de esto, tendremos muy mucho cuidado siempre en ver si estamos en sintonía con Jesús o no lo estamos; si estamos a medias o si cada vez estamos más lejos de Él.
Pero, ojo, que no es ningún vigilante ni guarda de seguridad. Al contrario, es como nuestra madre que nos va ayudando a dar pasos, a decidir nuestras pequeñas o grandes decisiones, a trabajar y ayudar cuando se nos pide que lo hagamos, cuando nos acercamos a los demás y queremos tratarlos bien, como si fuéramos nosotros mismos.
Ser templos de Dios, el Abba de Jesús, es una muy grande responsabilidad, pero sobre todo es una inmensa fortuna, porque Él que ama la vida nos irá haciendo crecer cada vez más en esa vida.
Y sólo apuntar dónde mostrarnos como templos vivos de Dios:
- Ante la crisis económica en la estamos metidos.
- Ante nuestra presencia como país en el G-20.
- Ante la guerra incivil o lo que sea del Congo, que nos toca por doble razón: porque somos seres humanos y porque consumismos las riquezas que se le están robando a ese país.

Música Sí/No