En nuestra relación con Dios siempre estaremos
tentados de inventarnos una vía espiritualista, en contraposición con la que
consideramos simplemente material. El creador que nos ofrece mesa y alimento es
el mismo que quiere entrar en intimidad con todos los seres creados desde las
coordenadas en las que nos encontramos, nos movemos y manejamos. Aunque nos
parezca un imposible, Dios es nuestro vecino, vive justo al lado y nos habla de
cosas tan elementales como pan, hambre, mesa, solidaridad, y vida en plenitud,
que no es la vida que tengamos tras la muerte sino acoger e imitar su
humanización, aquí y ahora. Por eso son tan importantes los sentidos, porque
necesitamos ver, oír, tocar, comer. La carne de Jesús, vida para el mundo, nos
tiene que forzar a no despreciar la carne de nuestros hermanos. No existe otro
camino para acercarnos a Dios sino el que él mismo ha seguido para acercarse a
nosotros.