Jesús ve a la multitud hambrienta que
le sigue y siente compasión de ellos. Los pobres buscan a Jesús, porque ven en Él
a un ser excepcional, pero sobre todo poorque tienen hambre y están necesitados.
Jesús ve la situación y les plantea el problema a sus discípulos: «¿Con qué
compraremos panes para que coman éstos?».
Estaban desbordados como lo estaríamos
nosotros si nos pusiéramos a pensar sobre nuestra actitud y responsabilidad.
La palabra de Dios nos ofrece pistas
para la reflexión: Dios ofrece bienes suficientes para que todos comamos –vivamos–
y hasta sobre; somos nosotros quienes acumulamos y provocamos escasez, privando
a otros de lo necesario.
El pecado también afecta a la
comunidad cristiana. Entre los cristianos hay desunión e insolidaridad. San
Pablo apela a la comunión de los que creemos en Jesús.
Jesús calma el hambre de la multitud
con cinco panes y dos peces que se consiguen gratis y generosamente, como signo
de la abundancia de bienes del Reinado de Dios.
Los discípulos tendrán que aprender a
poner a disposición de los hambrientos lo que tengan, aunque sólo sea «cinco
panes de cebada y un par de peces».