En su mensaje para la Cuaresma 2014
papa Francisco nos propone algunas reflexiones, a fin de que nos sirvan para el
camino personal y comunitario de conversión. Comienza recordando las palabras
de San Pablo: «Pues conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el cual,
siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza» (2
Cor 8, 9). Y a partir de ahí nos señala cual es el estilo de Dios, que no se
revela mediante el poder y la riqueza del mundo, sino mediante la debilidad y
la pobreza.
Porque el amor divino es gracia,
generosidad, deseo de proximidad y que no duda en darse y sacrificarse por las
criaturas a las que ama. Es caridad, es compartir la suerte de la persona
amada.
No se hace pobre porque la pobreza sea
un fin en sí misma, sino porque quiere enriquecernos a todos. Se hace pobre
porque así está cerca de nosotros, nos muestra su compasión, su ternura, su
pasión por compartir con nosotros.
Nos enriquece con su pobreza ya que al
encarnarse cargó con nuestras debilidades y pecados, y nos comunicó la
misericordia infinita de Dios. La pobreza de Jesús es la mayor riqueza: su
confianza en el Padre, su encomendarse a Él en todo momento, su búsqueda de la
voluntad y gloria de Dios, su relación única como Hijo.
A partir de aquí, papa Francisco nos
propone ser colaboradores de Dios en la tarea salvadora de los hombres y del
mundo mediante la pobreza de Cristo. Por lo cual nos pide que miremos las
miserias de los hermanos, a tocarlas, a hacernos cargo de ellas y a realizar
obras concretas a fin de aliviarlas.
Describe tres tipos de miseria:
material, moral y espiritual. Y contra ellas nos ofrece el Evangelio como el único
instrumento capaz de combatirlas y erradicarlas.
Termina su mensaje así: “Queridos
hermanos y hermanas, que este tiempo de Cuaresma encuentre a toda la Iglesia
dispuesta y solícita a la hora de testimoniar a cuantos viven en la miseria
material, moral y espiritual el mensaje evangélico, que se resume en el anuncio
del amor del Padre misericordioso, listo para abrazar en Cristo a cada persona.
Podremos hacerlo en la medida en que nos conformemos a Cristo, que se hizo
pobre y nos enriqueció con su pobreza.
La Cuaresma es un tiempo adecuado para
despojarse; y nos hará bien preguntarnos de qué podemos privarnos a fin de
ayudar y enriquecer a otros con nuestra pobreza. No olvidemos que la verdadera
pobreza duele: no sería válido un despojo sin esta dimensión penitencial.
Desconfío de la limosna que no cuesta y no duele.
Que el Espíritu Santo, gracias al cual
«[somos] como pobres, pero que enriquecen a muchos; como necesitados, pero
poseyéndolo todo» (2 Cor 6, 10), sostenga nuestros propósitos y fortalezca en
nosotros la atención y la responsabilidad ante la miseria humana, para que seamos
misericordiosos y agentes de misericordia. Con este deseo, aseguro mi oración
por todos los creyentes. Que cada comunidad eclesial recorra provechosamente el
camino cuaresmal. Os pido que recéis por mí. Que el Señor os bendiga y la
Virgen os guarde”.