Si adviento es aviso y llamada que nos urge a estar
atentos a la presencia de Dios en la realidad, a la vez que exhortación a
mostrarle a través de nosotros mismos como creyentes, de nuestro comportamiento
y manera de tratarnos los unos a los otros.
Si adviento es caer en la cuenta de lo
mal que está nuestro mundo y de que no tenemos que buscar más culpables de ello
que nosotros mismos, los seres humanos, con nuestro egoísmo, nuestra soberbia y
nuestro afán de dominarnos unos a otros.
Si adviento es reconocer que no
tenemos ni capacidad ni posibilidad de arreglar las cosas que nos interesan a
todos a la vista de la experiencia de miles de años de fracasos a pesar de los
muchos intentos realizados.
Si adviento es también grito y
plegaria porque llegue al fin la liberación deseada y necesitada, en los
negocios humanos y en lo más interior y personal de cada uno de nosotros.
María de Nazaret es, más que la joya
de la corona, el ejemplo y paradigma por antonomasia de lo que Dios realiza,
está realizando continuamente, en favor nuestro.
La llena de gracia porque el Señor está
con ella, no es una excepción en medio de un pantanal putrefacto, como con
tanta frecuencia nos consideramos. Es la confirmación de lo que necesitamos
creer y admitir, asumir y apropiar, encarnar y desarrollar.
Dios está nosotros. Igual que con María.
Lo que Dios desarrolló en la joven igualmente lo puede llevar a cabo en
nosotros. Respondiendo sí, como María, y dejando a Dios que sea Dios en
nosotros, no tendremos ya que soñar con extraños paraísos perdidos. Acogiendo
con agradecimiento el don de la vida recibido. Tratándonos cordialmente los que
somos y debemos considerarnos iguales. Decidiendo empeñarnos y comprometernos
en que este mundo nuestro deje de mostrar sólo hasta dónde podemos llevar las
cosas haciéndolas mal y siquiera consigamos que afloren pequeños brotes verdes
de esperanza en algo mucho mejor.
María nos lleva la delantera no porque
sea de otra pasta; sí porque fue dócil a la voz de Dios; sí porque aceptó la
carga sin condiciones, ya sabía que no estaba sola; sí porque se abrió a nuevos
horizontes, creyendo más allá de la evidencia; sí porque no pensó en sí sola,
asumiendo que estaba ensartada en esa lista inmensa de seres humanos, los
pobres de Yahvéh (anawin), que viven ante el sólo Dios es necesario y sólo Dios
basta.
María es la mujer. No frente al hombre
varón ni contra él. Y con Jesús, el hombre, forma el mejor tandem de la
historia en esto de luchar junto a Dios en contra del mal. Dicho esto en plan
moderno e informal, pero muy clarito.