Domingo 1º de Cuaresma

 
Lo que en otros evangelistas conocemos como el relato de las tentaciones de Jesús en el desierto, en el evangelista Marcos acabamos de leer muy resumido y escueto: «El Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas, y los ángeles le servían». Ni añadidos ni más explicaciones.

Sin embargo sabemos muy bien cómo vivió Jesús y cómo llevó adelante su vida y su compromiso. Y por ello creemos en Él, esperamos en Él, y nos vemos urgidos a amar como Él.

Firmemente apoyado en Dios, cuyo pacto de amor quedó sellado tan firmemente como el arco iris en el cielo, Jesús no tuvo reparos en “vivir entre alimañas”, porque “los ángeles le servían”. Con estas frases, aparentemente de una época de mitos y leyendas, la Biblia nos dice que Dios es de fiar y que su palabra es constante y definitiva. Que Jesús no se ahorró absolutamente nada de lo que la vida supone de esfuerzo, rechazo, dificultad, miedo, superación, trampas, sufrimiento y dolor. Y que Dios estuvo con él siempre, como el aire que respiramos, como la tierra que nos sustenta, como el agua que somos, como la sangre que corre por nuestras venas.

Como Él, así también nosotros estamos situados en la vida, y seremos puestos a prueba y nunca nos faltará el apoyo para superar lo que nos sobrevenga, incluso desde nosotros mismos.

Hemos de mantenernos vigilantes, porque el maligno siempre estará acechando como fuerza hostil a Dios y a quienes trabajan por su reino, para poner en evidencia qué hay en nosotros de verdad o de mentira, de luz o de tinieblas, de fidelidad a Dios o de complicidad con la injusticia.

En el contacto con la realidad y con el Dios y Padre de todos, Jesús se mantuvo siempre alerta y vigilante para descubrir y desenmascarar a Satanás en las circunstancias más inesperadas, incluso entre sus amigos.

Si vivimos tiempos difíciles, no dejemos de tener los ojos puestos en Jesús, para que nos guíe su Espíritu, para que su ejemplo nos sirva, para que aceptemos nuestro propio destino que no es inevitable y fatalista, sino que responsablemente podemos irlo construyendo.

Orando y confiando como Jesús, nosotros, como personas y como Iglesia, saldremos de esta crisis, y de todas las que sobrevengan, más humildes y más fieles al Señor.

Música Sí/No