La frase que preside nuestras celebraciones navideñas, «La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros», es el centro de la liturgia de hoy, y su mensaje nos invita a volver sobre lo propio y específico de la “navidad cristiana” para vivirlo y celebrarlo con gozo y pasión.
Si Dios ha entrado en nuestra historia y en el nacimiento de Jesús de Nazaret ha puesto su tienda entre las nuestras, tenemos que olvidar la vieja tentación de poner a Dios fuera de nuestro mundo y sacarlo lejos de nuestra historia. Dios es el Dios de este mundo y se ha hecho carne y barro en medio de nosotros. Desde entonces “el otro mundo” está en éste, “lo divino” se instala en lo humano, lo radicalmente “otro” es ahora “nuestro”… Dios asume nuestra humanidad.
Por lo tanto, ya no podemos tener experiencia de Dios sin tener la experiencia de los hombres; a Dios se va, ante todo, a través de los otros; quien busque y ame a Dios habrá de buscar y amar a los demás… La Navidad se extiende más allá de un acontecimiento histórico y va mucho más allá de una fecha: la Navidad sigue y se realiza y se revive cada vez que nosotros ponemos nuestra tienda -nuestro amor, nuestra presencia, nuestro servicio- junto a los demás.
El Evangelio nos recuerda con insistencia, tres veces lo afirma, que "vino como luz para el mundo, pero el mundo prefirió la tiniebla"; "vino a los suyos, pero los suyos no le recibieron".
Ahora, al terminar los días de Navidad, se nos vuelve a recordar todo eso porque:
* el mundo vive en discordias y guerras,
* el "mandamiento nuevo del amor" no se practica, puesto que abundan los sufrimientos, las muertes, los secuestros, los atropellos, que los hombres se hacen unos a otros,
* y nosotros, "los suyos", también preferimos la tiniebla a la luz, la discordia a la fraternidad, la guerra a la paz, el pecado a la gracia…
Las fiestas de Navidad se acaban, pero no debemos olvidar la realidad que nos ofrecen: que Jesús nace como Palabra y como Luz de salvación.
Jesús no es simplemente el niño de escayola que representa al nacido en Belén, sino que es el Hijo de Dios nacido como Redentor para todos los hombres de buena voluntad.