Hay todavía dentro de la Iglesia, y también
fuera de ella, muchas personas que opinan que los creyentes en Jesús de
Nazaret, el Cristo, debiéramos encerrarnos en las sacristías, y dejar los
asuntos sociales, los que afectan a la totalidad de la población en manos de
los entendidos. Hacer política. Este papa habla demasiado, sobreactúa incluso,
parecen estar diciendo, ante sus gestos y sus discursos en público y frente a
autoridades políticas y económicas.
Ante la estrechez de miras del
comportamiento humano, el Espíritu de Dios actúa con una libertad y
universalidad soberanas. Viene a decir la primera lectura de esta liturgia,
domingo 26º del Tiempo Ordinario.
Por su parte, la Carta de Santiago que
estamos leyendo en estos últimos domingos como segundo texto bíblico, afirma
que el evangelio no es en absoluto un sermón neutral que consienta morales
individuales caprichosas. El evangelio es una denuncia clara y rotunda de las
desigualdades económicas y sociales, y no permite tener la conciencia tranquila
ante la injusticia.
Finalmente, la lectura evangélica continúa
con la enseñanza de Jesús a sus seguidores: hoy les advierte ante los
exclusivismos y el escándalo de los sencillos.
Si de verdad creemos en la Buena
Noticia que nos trajo Jesús de parte de Dios Padre con el fuego del Espíritu,
de ninguna manera podemos retenerla y guardarla para nuestro uso y disfrute
personal; requiere que la saquemos a la calle, en medio de la ciudad, y ahí la
mostremos y nos mostremos a nosotros mismos como buena noticia para nuestra
familia, para nuestros vecinos, para nuestros amigos, para todas las personas
que hoy, o mañana, o cualquier día, se encuentren con nosotros. Incluso las
estructuras políticas, económicas y sociales deben ser objeto de nuestra atención,
preocupación y ocupación.