Cuando el Bautista fue detenido, Jesús
fue a Galilea y comenzó a «proclamar la Buena Noticia de Dios». Según Marcos,
no enseña propiamente una doctrina para que sus discípulos la aprendan y
difundan correctamente. Jesús anuncia un acontecimiento que está ya ocurriendo.
Él lo está ya viviendo y quiere compartir su experiencia con todos.
Marcos resume así su mensaje: «Se ha
cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios: convertíos y creed en el
Evangelio».
«Se ha cumplido el plazo»: ya no hay
que mirar hacia atrás.
«Está cerca el reino de Dios»: pues
quiere construir un mundo más humano.
«Convertíos»: no podéis seguir como si
nada estuviera ocurriendo; cambiad vuestra manera de pensar y de actuar. «Creed
en esta Buena Noticia». Este proyecto de Dios es la mejor noticia que podemos
escuchar.
Todo lo que Jesús decía de Dios, todo
lo que hacía en nombre de Dios, a la gente le resultaba algo nuevo y bueno. Y
su mensaje se reducía a esto: Dios está cerca de nosotros, más cerca de lo que nos
imaginamos; Él solo quiere hacer una vida más humana, más digna y dichosa.
Cambiemos de manera de pensar y creamos en esta Buena Noticia”.
No se trata de una llamada para organizar
un grupito de escogidos. Jesús fue un simple laico, uno del pueblo; ni fue
sacerdote ni letrado. Por tanto no es correcto pensar que intentó constituir
una casta nueva de personas, separadas e ilustradas.
Como el profeta Jonás, del que hablará
en alguna ocasión, Jesús se dirigía a todo el mundo, al pueblo entero, sin
clases ni acepción de personas.
Decía para todos: «Venid conmigo y os
haré pescadores de hombres». Con lo cual no pretendió formar un grupo de
funcionarios reclutadores, como parece que entendemos en nuestra clericalizada
Iglesia.
Venid conmigo bien puede significar
fijaos en lo que yo hago y aprended de mí, tened mis sentimientos y aspirad a
ser santos con la santidad del Padre, caminad tras de mi en la dirección del
Reino de Dios.
La misión que Jesús planea encargarnos
de ser pescadores de hombres tiene que ver con la idea que luego desarrolla San
Pablo de que debemos distanciarnos del mundo tenebroso, ese mar oscuro y
peligroso, enfrentado a Dios y deshumanizante. Salir de él y ayudar a otros a
liberarse, para vivir de una forma totalmente nueva porque el momento, que es
apremiante, lo requiere.
Esto es tarea de una vida entera. No
se hace en un pis pás y constituye todo un proceso laborioso y a veces
trabajoso. Junto a Jesús y como comunidad cristiana, es lo que venimos
intentando. No sólo reuniéndonos cada semana, también en familia y en el plano
personal.
Los cristianos, llamados por Jesús a
seguirle, no somos de este mundo, aunque vivamos en él; no nos desentendemos
del mundo, porque aquí vivimos y es nuestra responsabilidad, sino que buscamos
transformarlo; y debemos estar en constante proceso de conversión para no hacer
las cosas a nuestra manera, sino a la manera y parecer de Dios.
Con alegría, porque Dios en Jesús nos
ha dirigido su palabra y nos muestra su cariño, proclamamos nuestra fe.