¿De qué le sirve a una persona ganar
el mundo entero si malogra su vida? ¿Qué podrá dar para recobrarla?
Se me ocurre que debiéramos hacer una
propuesta a la autoridad eclesial competente: en tiempo de verano, las lecturas
de las celebraciones cristianas deberían ser cuidadosamente seleccionadas para
que plantearan o propusieran u ofrecieran mensajes más blandos, más suaves, más
de acuerdo con la desgana que las vacaciones y el calor producen en nosotros.
Porque el tema que centra la liturgia
de hoy es de los que suponen mucho esfuerzo, demasiado.
¡Cómo vamos a querer malograr nuestra
vida! ¿Es que nos toman por tontos o por suicidas? Pero ¿es malograr nuestra
vida, la que queremos tanto, tratar de vivir con el menor riesgo posible, no
buscando complicaciones innecesarias, intentando gestionar nuestras propias
cosas sin meternos en las ajenas, disfrutando de tantas cosas agradables y
placenteras? ¿No podían ser las cosas de otra manera, y la cruz no estaría
mejor en el cajón de los cachivaches, guardada y tal vez olvidada?
Sé que muchos han dejado de pertenecer
a la Iglesia, al menos en la práctica, porque la fe cristiana les parece demasiado
exigente; otros simplemente porque no quieren que se les recuerde lo que está
ahí, a la vista de todo el mundo. También hay gente que apaga el televisor
cuando empiezan las Noticias, y de los periódicos sólo leen los Deportes. Dicen
que a los avestruces se les caza fácilmente porque cuando se sienten perseguidos
meten la cabeza bajo el ala (No sé, a lo mejor es verdad).
Hay un refrán castellano que dice: “Nadie
es más ciego que el que no quiere ver”.
La fe que Jesús nos contagia y a la
que nos invita no nos consiente ni cerrar los ojos ni hacernos los sordos ante
la realidad, porque ahí está de verdad la causa del sufrimiento y del dolor, ahí
está de verdad la cruz que nos atemoriza y a la que no debemos renunciar si no
queremos renegar de nuestra condición humana.
Dejemos ya de culpar a Dios del
sufrimiento, del dolor y del pecado. O al diablo. Lo que hoy Jeremías, Pablo y
el mismo Jesús nos están diciendo es que si escurrimos el bulto, si ello es
posible, alguien va a cargar sobre sí mayor peso del que debiera. Por el
contrario, si cada uno asume coherentemente lo que le corresponde, todos nos
veremos ante nuestra propia responsabilidad. Pero si alguien toma sobre sí,
además de lo suyo, parte de la carga de otros, está aliviando solidariamente a
sus hermanos. La actitud cristiana corresponde a esta última postura, y es
arriesgada, y es atrevida, y ciertamente no es para todo el mundo, pero es la
que Jesús quiso para él y la que nos invita a tener para nosotros. Jesús se
entregó para la salvación de muchos, decimos y profesamos en la Eucaristía.
Vivamos como él vivió y pidamos al Señor que nos ayude a ello.