El lenguaje en parábolas, del que Jesús
tanto gustaba, tiene la capacidad de sugerir lecturas diversas, porque deja que
sea el oyente quien las interprete finalmente. Así, en la parábola del
sembrador que acabamos de escuchar, cabe pensar que el sembrador estuvo poco
acertado en su tarea y que su esfuerzo fue bastante estéril; pero cabe decir también
que las tensiones y dificultades del momento ahogarán muchos esfuerzos. ¿No nos
ocurre así a nosotros en nuestras tareas cotidianas? En cualquier caso, y eso sí
lo quiere dejar claro Jesús, el presente, a pesar de su problemática
apariencia, tiene el germen del futuro, porque habrá cosecha.
Los ojos de Jesús parecen muy
abiertos. Sabe que se agotarán muchos de los trabajos del sembrador, pero también
conoce la misteriosa potencialidad de las acciones humanas, que hacer crecer la
vida sin que se sepa bien cómo. Habrá cosecha a pesar de las incontables pérdidas
que inevitablemente se producirán.
Este lenguaje de Jesús tiene la
habilidad de hacer creer que el futuro es posible y que las salidas son muchas,
y es un potente antídoto contra el fatalismo: nunca hay que contentarse con lo
evidente; la vida es misteriosa y sorprendente y nosotros poseemos capacidades
que ni siquiera sospechamos. El oyente interpreta y queda tocado por la esperanza.
Una posible interpretación, entre las
muchas que se han hecho y se seguirán haciendo, es el de la tierra buena; hay
que ser tierra buena para que la palabra fructifique. Curiosamente esta es la
que más puntos ha recibido en la historia de la Iglesia. Está bien, siempre que
no anule otras, igualmente válidas.
Porque Jesús, en lo que insistió es en
el carácter misterioso de la semilla, que va a seguir cayendo porque el
sembrador reanuda su tarea una y otra vez, y por lo tanto, más que advertencia
sobre nuestra inconstancia y falta de escucha, es un mensaje alentador a seguir
sembrando y confiando. Nosotros seguiremos escuchándolo en los domingos que
siguen, y nuestra oración al Padre ha de ir en la línea de pedir que nos
transforme en tierra cálida y acogedora, pero también de pedir su siembra, su
palabra, su mensaje.