Esta es una de las oraciones más
hermosas de Jesús en los evangelios. Tiene como contexto la incomprensión con
que los dirigentes judíos y el pueblo en general está acogiendo el mensaje del
Reino. Jesús va experimentando que los jefes del pueblo no admiten su oferta
sobre todo porque tiene un componente universalista, además de percibir que, de
algún modo, va contra sus intereses económicos.
Tampoco el pueblo queda entusiasmado
por su propuesta de vida, porque ve que las cosas no se le van a dar sin esfuerzo,
en un intento de ahorrarse toda responsabilidad.
Solamente “la gente sencilla”, los que
buscan sobrevivir con dignidad y generar comunión de vida con los más débiles,
solamente los preocupados por el bien de los otros son los que se acercan a Jesús.
A esos se les van revelando los
secretos del Reino, y Jesús se alegra por esos pocos sencillos.
Nuestro mundo abunda en “cansados y
agobiados”; multitudes excluidas del sistema, cuya existencia es irrelevante
porque no aportan nada al bolsillo de los poderosos. A esos es a quienes tiene
que llegar el mensaje, la buena nueva de nuestra fe.
Y si aún no ha llegado a ellos, es
menester que nos preguntemos por qué.
Los maestros judíos de la Ley decían
que “un hombre ignorante no podía ser piadoso”. Y Jesús, por el contrario, se
rodeó de pobres, analfabetos y miserables, que escuchaban sus palabras como liberación
no como carga, como gozo no como imposición.
No seamos nosotros de los que cansan y
agobian, sino de los que aligeran y hacen llevadera la vida de los demás.