Al recién bautizado se le introduce en la boca un
grano de sal y se le entrega el cirio encendido, porque a partir de ese momento
ha de ser sal y luz.
Si estas metáforas ya no dicen todo lo
que debieran, porque la sal ha sido sustituida por otros conservantes más
completos, y para luz ya está la energía eléctrica, Jesús redondea sus palabras
concluyendo «que los hombres vean vuestras obras y den gloria a vuestro Padre
que está en el cielo».
Entre nosotros no haría falta explicar
qué es eso de «vuestras buenas obras». Por si acaso, Isaías ya nos lo aclara:
Parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, viste al que va
desnudo, y no te cierres a tu propia carne. Destierra de ti la opresión, y el
gesto amenazador y la maledicencia.
A lo largo de cinco domingos, pasada
la Navidad, la liturgia nos ha presentado a Jesús lleno del Espíritu, orientado
hacia Dios y luz de todos los pueblos. También nosotros hemos recibido el Espíritu
que nos llena de bienaventuranza y de luz.
De ahí surge la exigencia de vivir
conforme al Espíritu recibido, de vivir en permanente conversión para comunicar
a los demás la felicidad, y de esta forma ser luz en medio del mundo.
Como reflexiona San Pablo, esto tiene
poco que ver con nuestra capacidad personal, puesto que no nos predicamos a
nosotros mismos, sino a Cristo y éste crucificado. Los gestos ampulosos y las
palabras eruditas sobran cuando se trata de vivir la propia fe en Jesús y el
Reino y predicarla.
También Jesús aclara un poco los
conceptos: la sal se ha de diluir en la comida, sin destacar, pero cambiando
con su presencia el sabor de las cosas; la luz también se enciende para
iluminar, no para convertirse en el centro de las miradas. Pero tanto la sal
como la luz pueden inutilizarse y no cumplir su función. Sal insulsa y
desabrida, luz ocultada o empobrecida, ni sala una, ni ilumina la otra.
Seremos luz y sal para nuestros
hermanos si somos dóciles al Espíritu que nos habita y del que estamos
investidos, y, convertidos desde el corazón, imitamos a Jesús, que pasó
haciendo el bien.
Manos Unidas-Campaña contra el hambre
llama a nuestra puerta. También otras gentes que no conocemos quieren ser sal y
luz en medio de sus pueblos. Piden nuestra pequeña ayuda. Si colaboramos con
ellos con nuestros donativos, en verdad demostraremos que nos guía el mismo Espíritu,
el de Jesús.