Una vez más, tenemos la oportunidad de celebrar el
DOMUND. Es una cita importante en el caminar de la Iglesia, y este año es especial,
porque la estamos viviendo dentro del Año de la Fe; de ahí este lema tan bonito
de “Fe + Caridad = Misión”.
Esta Jornada nos recuerda a todos los
misioneros y misioneras que han salido de nuestras comunidades, de nuestras
ciudades y pueblos, y están presentes en todos los territorios de misión,
anunciando y dando testimonio del Evangelio con el sello de la sencillez, de la
entrega total a aquellos con quienes están compartiendo su fe y caridad.
Por todas partes se ha suscitado
admiración por los misioneros y misioneras. Los medios de comunicación nos los
muestran como son: pioneros y modelos de solidaridad. También ha despertado esa
admiración el hecho de que los misioneros estén trabajando entre los más
empobrecidos del mundo, donde las expectativas de vida son de las más bajas,
donde abunda el hambre, donde la marginación y la explotación son una ofensa a
la dignidad de esas personas; sin olvidar que muchos misioneros y misioneras
ponen en peligro su vida por defender los derechos de los más pobres.
Sin embargo, muchas veces en esta
admiración por los misioneros se ha dejado a un lado lo que constituye la clave
de interpretación y valoración de sus vidas: ¿Quién es y dónde está su fuerza?
Muchos, quizás, no hayan sabido explicarse del todo sobre las razones o motivos
que tienen los misioneros y misioneras para esa ejemplar solidaridad y entrega
a los demás. El papa Francisco nos lo aclara con estas palabras: “La Iglesia –lo
repito una vez más– no es una organización asistencial, una empresa, una ONG,
sino que es una comunidad de personas, animadas por la acción del Espíritu
Santo, que han vivido y viven la maravilla del encuentro con Jesucristo y
desean compartir esta experiencia de profunda alegría, compartir el mensaje de
salvación que el Señor nos ha dado” (Mensaje para la Jornada Mundial de las
Misiones 2013,4)
Nuestros misioneros y misioneras son
nuestros hermanos universales, porque gastan su vida por el bien de todos los
hombres, y son el ejemplo más elocuente de la superación de las divisiones existentes
en el mundo por lo que respecta a las razas, a las ideologías, a las
culturas... El misionero expresa y vive la solidaridad más extrema y radical,
ya que en él se encarna la entrega más plena a los hermanos.
Por eso, todos los misioneros merecen
nuestra admiración y ayuda. Ese es el mensaje de esta nueva Jornada del DOMUND,
que promueven por el mundo entero las Obras Misionales Pontificias; estas
Obras, como repetía recientemente el Papa, tienen el encargo “de sostener la
misión y de suministrar las ayudas necesarias” para que los misioneros realicen
su labor.
Además, el DOMUND nos recuerda que son
necesarias nuevas fuerzas, porque la misión aún está en sus comienzos: más de
las dos terceras partes de la humanidad no conocen a Jesucristo.
Pidamos al Señor que llame a jóvenes
de nuestras parroquias que quieran ser misioneros y misioneras y tengan la
valentía de seguir las huellas de aquellos que están entregando sus vidas, o
los mejores años de su existencia, en esta tarea tan maravillosa de solidaridad
y anuncio de la Buena Nueva. E imploremos, también, la protección de María,
Reina de las Misiones, en favor de todos los misioneros, para que anuncien con
gozo el Evangelio.