¿Qué estamos haciendo con la luz que se nos ha
confiado? Esta es la pregunta que el poema de Isaías debiera suscitar en esta
comunidad. Así como la Jerusalén restaurada tenía que ser un signo del amor de
Dios por su pueblo, la comunidad creyente debe ser una señal de la luz que el
Señor quiere ofrecer a toda la humanidad. La luz no es nuestra; solamente somos
sus transmisores o testigos. Por eso se nos pide ser humildes y transparentes
para que todos puedan tener acceso a Cristo, luz del mundo.
El evangelio nos habla del camino, a
veces largo y difícil, de las personas que buscan la luz y el sentido de la
vida: no se dejan vencer por las dificultades que acechan. Y nos habla también
de quienes, teniendo la luz, la esconden o no hacen nada para darla a conocer:
los de Jerusalén, a pesar de tener al alcance de la mano los libros de los
profetas, no participaron de la inmensa alegría de llegar hasta Belén y poder
encontrar al Niño con María, su madre. Los Magos aprenden que hay que regresar
por otro camino. El modo de actuar que han visto en Jerusalén no es válido para
los que han encontrado al Salvador.
Entre la multitud de signos y datos en
que nos llega envuelta la Epifanía del Señor, importa que nos fijemos al menos
en dos detalles nada despreciables:
1. El Dios que se nos manifiesta en
Jesús no está en el templo ni en palacio; no exige entrar en lo sacrosanto del
ámbito religioso o sagrado. Está en la cotidianidad, en la casa, en el lugar
donde desarrollamos nuestra vida, allí donde más humanos somos, en la pequeñez
de nuestra realidad.
2. Tras contemplar a Dios, y según el
ejemplo de los magos, cuidemos también nosotros mucho el camino de regreso:
- Vosotros, padres y familiares de
Sergio, dejando que la gracia de Dios en el sacramento del Bautismo no se pierda
por el desagüe de la apatía, sino que genere verdadero gozo de saberos queridos
y bendecidos de Dios.
- Esta comunidad cristiana parroquial,
no olvidando la Navidad, reducida a vacaciones y gastos excesivos e
innecesarios, sino recuperándola cada día de este nuevo año, porque si a Dios
le hacemos presente en nuestra vida, Dios de verdad nace en nuestro mundo y es
Navidad.
- Todos, teniendo en cuenta que el
Dios que se nos da es el que promete con firmeza que libra al pobre que clama,
al afligido que no tiene protector; se apiada del pobre y del indigente, y
salva la vida de los pobres. Porque es un Dios que no es insensible al dolor
humano, y tiene preferencia por los pequeños y los humildes.