Evangelio significa "buena
noticia". Y buena noticia fue Jesús para aquellos hombres y mujeres del
siglo primero que escucharon su voz, fueron curados de sus enfermedades, y se
libraron de esclavitudes diversas.
El evangelista Marcos cuenta
hoy cómo había otra gente que en nombre de Jesús, sin ser del grupo pero
siguiendo su intención de amor desinteresado, también libraban del mal a otras
personas.
Estos liberadores paralelos al
Señor, fueron evangelio, buena noticia, para sus contemporáneos; no pertenecían
al grupo oficial de sus seguidores, pero en el fondo estaban con él, a su
favor, porque estaban a favor del ser humano.
Los discípulos mostraron sus
reservas, pero Jesús les abrió el corazón para que comprendieran que quien ama
de verdad a sus semejantes, está con él.
¡Cuántos cristianos anónimos
hay por todas partes! Curan la soledad de los ancianos, rellenan un impreso a
quien no ve o no sabe, amortiguan el sufrimiento con su saber estar, olvidan la
ofensa y no buscan vengarse, luchan en asociaciones por mejorar la sociedad, en
los colegios por una formación más armoniosa, en la calle gritando por tantos y
tantas que no tienen voz o no se atreven…
Y podríamos dar nombres y
apellidos de personas que "echan demonios en su nombre". Son personas
“buena noticia”.
De este evangelio podemos
participar todos. Especialmente nosotros, que nos hemos reunido aquí en el
nombre del Señor Jesús, que oramos al Padre con su misma confianza, que le
hemos escuchado, que hemos creído su buena noticia, que nos hemos alimentado
con su misma vida.
Con toda humildad pidamos al Señor,
que nos haga buena noticia, evangelio puro para nuestra familia, para nuestros
vecinos, para nuestros amigos, para todas las personas que hoy, o mañana, o
cualquier día, se encuentren con nosotros.
Y si somos buena noticia para
otros, de ninguna manera seremos motivo de escándalo para nadie, y las palabras
de Santiago no tendrán nada que recriminarnos.